José Miguel Celma
Presidente Comarca del Bajo Aragón
Esta tierra es el Bajo Aragón
Vivimos en una tierra dura, noble, encrucijada de caminos, que vio nacer a ilustres botánicos, periodistas de gran relevancia, grandes investigadores y cineastas de fama mundial. Estamos divididos por arterias fluviales que, a pesar de estar excepcionalmente reguladas, dejan a nuestros agricultores en situaciones muchas veces complicadas por un clima mediterráneo excesivamente seco y por unos fenómenos atmosféricos cada vez más reiterativos.
Desde tiempos inmemoriales, nuestros antepasados eligieron esta tierra para vivir. Así lo atestiguan los numerosos yacimientos arqueológicos o las pinturas rupestres que todavía perduran en nuestros días. Fuimos la génesis de la España que hoy conocemos y la concordia es nuestra seña de identidad, unido, sin ninguna duda, al compromiso. Y no me olvido tampoco de que somos territorio de humanistas y de investigadores de nuestra rica historia.
Podrían pensar que ya no hay mucha más trayectoria a la que referirse, pero nada más lejos de la realidad. Fuimos zona de contienda en las Guerras Carlistas, cuando algunos alcaldes perdieron la vida por el mero hecho de serlo. En el pasado siglo XX hemos vivido la peor de las guerras que se recuerdan, heladas cruentas como la de mayo de 1956, que obligó a emigrar a muchos bajoaragoneses para no volver, incluso epidemias.
Ya en la segunda mitad del siglo pasado, se han fortalecido algunos de nuestros rasgos culturales más relevantes. La Semana Santa, hoy de fama mundial y reconocida en los cinco continentes, inició un periodo de brillo y esplendor que todavía perdura en la actualidad. Y el lignito comenzó a ser fuente de energía, riqueza y vida, gracias a la implantación de centrales térmicas y todo el empleo generado para ello. Aunque ahora sólo perdure el recuerdo de unas torres derribadas con mucha rapidez para intentar borrar ese recuerdo de nuestras memorias, muchos representantes públicos deberán responder por ese daño irreparable.
Podríamos entretenernos mirando al pasado por tiempo indefinido, pero debemos pensar y actuar para alcanzar el mejor futuro posible para nuestros pueblos. Esa es la obligación de todos los representantes públicos. Tenemos importantes retos por delante y disponemos de un carácter emprendedor, de unos ciudadanos caracterizados por su vocación de duro trabajo y convencidos de nuestras posibilidades y las de nuestro territorio.
Nuestras potencialidades nos deben ayudar a cumplir nuestros anhelos. Pero no podemos hacerlo solos, necesitamos el firme compromiso de los representantes públicos para conseguir una educación de calidad, una atención sanitaria a la altura de una gran ciudad y con unas ambulancias que estén activas los 365 días del año y a todas horas, unas comunicaciones que nos permitan exprimir todo nuestro potencial, regadíos para sembrar de riqueza nuestro sector primario, una industria que genere el empleo perdido con el cierre de la central y unos políticos que crean en el Bajo Aragón. Sin ningún atisbo de duda.
El trabajo que tenemos por delante no es menor y voy a poner todo mi empeño en mi nueva responsabilidad política para poder conseguirlo. A ello me dedicaré en cuerpo y alma porque me mueve el futuro de todos los bajoaragoneses. Por aquellos que están, pero también por los que abandonaron sus pueblos y ansían volver, o por los que alguna vez nos acompañan cuando sus quehaceres profesionales se lo permiten.
Todos ellos merecen que estemos a su lado, que trabajemos por y para ellos, y que convirtamos la confianza depositada en nosotros en una vida cada vez mejor y con mayores oportunidades. No conseguirlo habrá sido un fracaso y yo no estoy aquí para fracasar, sino para ayudar a todos los habitantes del mejor lugar del mundo: el Bajo Aragón.■
Desde tiempos inmemoriales, nuestros antepasados eligieron esta tierra para vivir. Así lo atestiguan los numerosos yacimientos arqueológicos o las pinturas rupestres que todavía perduran en nuestros días. Fuimos la génesis de la España que hoy conocemos y la concordia es nuestra seña de identidad, unido, sin ninguna duda, al compromiso. Y no me olvido tampoco de que somos territorio de humanistas y de investigadores de nuestra rica historia.
Podrían pensar que ya no hay mucha más trayectoria a la que referirse, pero nada más lejos de la realidad. Fuimos zona de contienda en las Guerras Carlistas, cuando algunos alcaldes perdieron la vida por el mero hecho de serlo. En el pasado siglo XX hemos vivido la peor de las guerras que se recuerdan, heladas cruentas como la de mayo de 1956, que obligó a emigrar a muchos bajoaragoneses para no volver, incluso epidemias.
Ya en la segunda mitad del siglo pasado, se han fortalecido algunos de nuestros rasgos culturales más relevantes. La Semana Santa, hoy de fama mundial y reconocida en los cinco continentes, inició un periodo de brillo y esplendor que todavía perdura en la actualidad. Y el lignito comenzó a ser fuente de energía, riqueza y vida, gracias a la implantación de centrales térmicas y todo el empleo generado para ello. Aunque ahora sólo perdure el recuerdo de unas torres derribadas con mucha rapidez para intentar borrar ese recuerdo de nuestras memorias, muchos representantes públicos deberán responder por ese daño irreparable.
Podríamos entretenernos mirando al pasado por tiempo indefinido, pero debemos pensar y actuar para alcanzar el mejor futuro posible para nuestros pueblos. Esa es la obligación de todos los representantes públicos. Tenemos importantes retos por delante y disponemos de un carácter emprendedor, de unos ciudadanos caracterizados por su vocación de duro trabajo y convencidos de nuestras posibilidades y las de nuestro territorio.
Nuestras potencialidades nos deben ayudar a cumplir nuestros anhelos. Pero no podemos hacerlo solos, necesitamos el firme compromiso de los representantes públicos para conseguir una educación de calidad, una atención sanitaria a la altura de una gran ciudad y con unas ambulancias que estén activas los 365 días del año y a todas horas, unas comunicaciones que nos permitan exprimir todo nuestro potencial, regadíos para sembrar de riqueza nuestro sector primario, una industria que genere el empleo perdido con el cierre de la central y unos políticos que crean en el Bajo Aragón. Sin ningún atisbo de duda.
El trabajo que tenemos por delante no es menor y voy a poner todo mi empeño en mi nueva responsabilidad política para poder conseguirlo. A ello me dedicaré en cuerpo y alma porque me mueve el futuro de todos los bajoaragoneses. Por aquellos que están, pero también por los que abandonaron sus pueblos y ansían volver, o por los que alguna vez nos acompañan cuando sus quehaceres profesionales se lo permiten.
Todos ellos merecen que estemos a su lado, que trabajemos por y para ellos, y que convirtamos la confianza depositada en nosotros en una vida cada vez mejor y con mayores oportunidades. No conseguirlo habrá sido un fracaso y yo no estoy aquí para fracasar, sino para ayudar a todos los habitantes del mejor lugar del mundo: el Bajo Aragón.■
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