01 enero 2023

#cyc97Editorial - La batalla

La batalla


La batalla socio-económica y cultural entre el campo y la ciudad que tanto en España, como en el resto del planeta, viene ganando lo urbano por goleada, parece que en los últimos tiempos, en parte debido a la epidemia del COVID, se está debilitando. Gran parte de la población urbana se dio cuenta de lo que suponía vivir encerrada en una vivienda sin tan apenas vistas, mientras que en el mundo rural se pudo vivir la pandemia de una manera mucho menos enclaustrada y opresiva.
Sin embargo, tampoco nos podemos hacer trampas al solitario. El efecto de regreso al mundo rural, por el shock que supuso en algunas personas quedarse encerradas tantos meses en la gran ciudad, fue más bien efímero y coyuntural. No obstante lo que sí que supuso fue una victoria para el mundo rural en la batalla cultural. Más personas empezaron a valorar positivamente vivir en los pueblos, más cerca de la naturaleza y más lejos de las grandes colmenas de viviendas y del embotellamiento del tráfico diario o de la masificación de los medios de transporte públicos. De alguna manera se prestigió y valoró positivamente la vida en los pueblos más allá de la típica escapada de fin de semana o de verano.
Parece que la psicología de las masas va virando su concepto de lo que supone vivir en un pueblo, y con todos los peros se van dando pasos para que la atracción de las grandes ciudades no acabe fagocitando el mundo rural cual agujeros negros.

Sin embargo más allá del enamoramiento que algunos ya empiezan a sentir por lo rural, necesitamos más razones (materiales, laborales y culturales), para seguir con el pulso a la ciudad. Vemos que hay poco desempleo en los pueblos, normalmente la gente que quiere trabajar, trabaja. Pero no todo es el sueldo; a estas alturas, en las sociedades postindustriales la gente quiere trabajar en trabajos que le realicen personalmente, y eso no siempre se puede ofrecer en los pueblos (el teletrabajo e internet ha ayudado mucho en este aspecto). Por otra parte, como es normal, las personas quieren servicios básicos (sanidad y educación) cerca de casa y también transportes colectivos que garanticen la movilidad a las cabeceras comarcales, así como vías de comunicación acordes al siglo XXI. Y también ocio y cultura, se entiende que no como en Madrid o Barcelona, pero sí una cierta oferta que haga agradable la vida en los pueblos.

Ahí tenemos elementos que pueden empezar a equilibrar la balanza entre lo rural y lo urbano, pero hace falta, como siempre, voluntad política.■

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