De la necesidad virtud
La entrada en el siglo XXI ha puesto encima de la mesa determinados retos en España y el mundo que, aunque ya venían del XX, se han hecho mucho más relevantes en lo que llevamos de centuria.
Por una parte tenemos la paradoja de que ante un mundo y regiones superpobladas, con proyecciones de llegar hasta los 10 mil millones de personas al final de siglo, nos encontramos por otra parte con territorios del interior de España prácticamente como desiertos demográficos, debido entre otros motivos a la emigración de la población a las grandes ciudades de la periferia y centro peninsular.
Ligado a este reto tenemos el desigual desarrollo económico de España, con fuertes polos de desarrollo que atraen como agujeros negros la riqueza del resto de la península.
Y para finalizar, los grandes retos de este siglo a nivel global. La reducción de gases invernadero que frenen el cambio climático y el cuidado del medio ambiente y la biodiversidad, actualmente amenazada por la insostenible explotación de los recursos naturales en La Tierra. Dos aspectos que ponen el peligro la supervivencia del ser humano en este planeta.
Puestos los retos sobre la mesa, ¿ahora qué hacemos? Nuestra manera de consumir tiene muchas respuestas para esta pregunta.
Por una parte tenemos un problema con los gases de efecto invernadero generados muchos de ellos por el transporte de mercancías innecesarias. Compramos productos alimentarios producidos a miles de kilómetros para que los nuestros se tengan también que desplazar a otros tantos kilómetros. ¿Qué estamos haciendo? ¿No sería más lógico comer productos de proximidad y de temporada para evitar los transportes innecesarios?
Y por otra parte si consumimos lo que tenemos en proximidad estamos favoreciendo la economía de nuestros vecinos, y no la de grandes multinacionales. ¿Tiene sentido que en los supermercados de nuestros municipios no haya en las estanterías aceite del Bajo Aragón, u olivas de la zona? ¿O tan apenas encontremos vinos de nuestras comarcas? No, no tiene ningún sentido.
Tenemos que hacer de la necesidad virtud, y cambiar nuestros esquemas mentales como consumidores para exigir y buscar los productos que vengan de nuestros vecinos. Los mismos que harán que este territorio tenga futuro.■
Por una parte tenemos la paradoja de que ante un mundo y regiones superpobladas, con proyecciones de llegar hasta los 10 mil millones de personas al final de siglo, nos encontramos por otra parte con territorios del interior de España prácticamente como desiertos demográficos, debido entre otros motivos a la emigración de la población a las grandes ciudades de la periferia y centro peninsular.
Ligado a este reto tenemos el desigual desarrollo económico de España, con fuertes polos de desarrollo que atraen como agujeros negros la riqueza del resto de la península.
Y para finalizar, los grandes retos de este siglo a nivel global. La reducción de gases invernadero que frenen el cambio climático y el cuidado del medio ambiente y la biodiversidad, actualmente amenazada por la insostenible explotación de los recursos naturales en La Tierra. Dos aspectos que ponen el peligro la supervivencia del ser humano en este planeta.
Puestos los retos sobre la mesa, ¿ahora qué hacemos? Nuestra manera de consumir tiene muchas respuestas para esta pregunta.
Por una parte tenemos un problema con los gases de efecto invernadero generados muchos de ellos por el transporte de mercancías innecesarias. Compramos productos alimentarios producidos a miles de kilómetros para que los nuestros se tengan también que desplazar a otros tantos kilómetros. ¿Qué estamos haciendo? ¿No sería más lógico comer productos de proximidad y de temporada para evitar los transportes innecesarios?
Y por otra parte si consumimos lo que tenemos en proximidad estamos favoreciendo la economía de nuestros vecinos, y no la de grandes multinacionales. ¿Tiene sentido que en los supermercados de nuestros municipios no haya en las estanterías aceite del Bajo Aragón, u olivas de la zona? ¿O tan apenas encontremos vinos de nuestras comarcas? No, no tiene ningún sentido.
Tenemos que hacer de la necesidad virtud, y cambiar nuestros esquemas mentales como consumidores para exigir y buscar los productos que vengan de nuestros vecinos. Los mismos que harán que este territorio tenga futuro.■
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