06 noviembre 2022

Las diversas diversidades

Víctor es miembro de la asociación Las Cañas y desde sus inicios participa en el taller de poesía que organizan cada sábado.

Las diversas diversidades

Avances y retos pendientes para la inclusión de las personas con diversidad funcional en el Bajo Aragón

Texto y fotos: Annabel Roda Periodista Freelance

 

“A Bárbara le encanta viajar y salir de fiesta por el pueblo. Dile, Barbi. ¿Cómo te lo has pasado este finde de semana de aquí a allá?”, cuenta con voz enérgica y movimientos incesantes Carmen Secanella. Bárbara, a la que llama cariñosamente Barbi, no para de reírse a carcajadas. Su cuerpo no puede moverse de su silla de ruedas motorizada, tampoco puede comunicarse con palabras. Habla con sus mil expresiones faciales y con sus brazos, pegados a su tronco los levanta un palmo –un movimiento que encierra un mundo y la forma de decir que todo lo que está narrando Carmen es cierto–.
 
En la misma sala y alrededor de una mesa repleta de ceras de colores y carpetas llenas de pictogramas, se encuentran sentados Lourdes, Adrián, Marcos y José Miguel, usuarios del centro de día alcañizano de ATADI, la Agrupación Turolense de Asociaciones de personas con Discapacidad Intelectual. Con apoyo de Carmen y otras dos monitoras de atención directa, están preparando una felicitación de cumpleaños para Vicente, otro de los usuarios.

La capilaridad de la entidad es indiscutible. Detrás de los 17 años de funcionamiento, se entrelazan 10 centros a lo largo de toda la provincia turolense que ofrecen servicios y apoyos a las personas con diversidad funcional. En el caso del centro bajoaragonés que cuenta con un total de 35 plazas, su labor se engloba en dos campos: el centro de día dirigido a personas con grados de autonomía reducidos y el centro ocupacional enfocado a personas con más amplia autonomía y con un claro carácter prelaboral. Para José Vicente Navarro, director del centro de Alcañiz, el núcleo central de la atención es el programa individualizado a cada persona. “Se valora a cada usuario y dependiendo de sus necesidades se establece un programa en el que se especifican las actividades convenientes a hacer”. Unas actividades en las que se busca que la persona receptora de las actividades del servicio decida por ella misma cuáles realizar.


El transporte de los usuarios para ATADI es un eje vertebrador de la entidad que acerca servicios y apoyos a una población rural dispersa.


 


“Aquí practicamos la autonomía en todos los niveles”, sentencia Carmen. Zapatillas deportivas y vestida con ropa cómoda, se desenvuelve de un lado a otro de la sala interactuando con todos los usuarios con grados de elevada dependencia, “se tiende a infantilizar este espacio y a estas personas y esto no es un colegio. Aquí se hacen actividades prelaborales en las que algunos casos se paga. Hay que tratar a estas personas como lo que son: adultos”.


Frente a la discriminación

Como todos los sábados a media mañana David, Natalia, Marina, Juan, Isaac, Úrsula, Juan, Víctor, Andrea y Luismi se reúnen para un taller de poesía al que le sigue uno de manualidades, probablemente más tarde también una película y una merienda-cena. El lugar de encuentro: el local de la asociación de familias para la diversidad funcional Las Cañas de Alcañiz. Se respira en el ambiente complicidad. La mayoría se conocen desde su paso por el colegio Gloria Fuertes en Andorra y luego, por formaciones de la Escuela de Adultos. Son a día de hoy una cuadrilla en mayúsculas. “Tenemos un equipo de fútbol sala”, dice Víctor. “Vamos a la Cucarachona”, añade Úrsula. David me susurra al oído que la semana que viene traerá un pastel para celebrar su cumpleaños con el resto del grupo.

Una vida social satisfecha por la amistad y el ocio compartido después del trabajo. Varios son jardineros del centro especial de empleo de ATADI, uno de ellos es el conserje del instituto, otros realizan prácticas en administraciones públicas y alguno prepara una oposición para un empleo público. Lanzo la pregunta: “¿os han discriminado en algún momento?” Salen recuerdos vagos de riñas en la época escolar, poco más. Cuando hago la misma pregunta a Elena Soldevilla, actual presidenta de Las Cañas, la respuesta no deja atisbo a memorias borrosas. “Cuando mi hija y otros críos iban a la piscina tenían un profesor de apoyo con el resto del grupo, pero como hubiera otro monitor que fallara porque estaba enfermo o por lo que fuera, los primeros que dejaban de tener apoyo eran los chicos con discapacidad. ‘Oye, no vengáis hoy que fulanito tiene que estar en otro grupo’. ¿Por qué siempre renuncia mi hija y el otro grupo no renuncia nunca a nada?”. Y es que la inclusión plena, en palabras de Elena, no existe. “Siempre hay disfunciones. Hay enfermedad o hay rechazo de unas personas a otras o hay clases sociales que te permiten a hacer unas cosas y otras no”.

Me tropiezo con la respuesta de los miembros de Las Cañas en uno de los poemas que han escrito durante sus talleres de poesía y que da comienzo a El libro de los sueños II, el segundo poemario que han publicado desde la asociación. “Cuántas veces me han dicho subnormal, mongolo porque soy síndrome de Down / cuántas veces me han gritado rata, cuatro ojos, no tienes amigos, no sirves para nada, no vas a encontrar trabajo, eres más tonto que las paredes, ¡fea! / Y yo lo escribo hoy aquí para poder romper todas esas palabras”.



Trabajos desarrollados por las personas que asisten al centro de día de ATADI en Alcañiz.




El imaginario de las palabras

Romper las palabras y crear nuevos imaginarios es lo que también hace Antonio Centeno quien adquirió su diversidad funcional (tetraplejia) a los 13 años. Es licenciado en Matemáticas, docente en un máster de la Universitat Autònoma de Barcelona y miembro del Foro de Vida Independiente y Divertad (FVID) que lucha por los derechos de las personas con diversidad funcional.

Sobre el término accesibilidad escribe en el artículo Accesibilidad al imperio de la ley y al propio cuerpo, “no se trata sólo de la tradicional usabilidad de entornos, bienes, productos y servicios, la accesibilidad tiene que ver con la accesibilidad al imaginario colectivo, a la creación y validación del conocimiento, a las diferentes formas de autonomía, al propio cuerpo, a la sexualidad y a la toma de decisiones sobre la vida cotidiana”.

Los seres humanos inventamos palabras para nombrar cosas nuevas o definir conceptos. No hay manera más eficaz de ocultar, invisibilizar e incluso negar la existencia de algo o alguien que no nombrándolo; cuestión que el escritor francés George Steiner resumió brillantemente en “aquello que no se nombra, no existe”. Los miembros del Foro de Vida Independiente y Divertad, en los que se encuentra Centeno, tienen claro que no solo se ha invisibilizado a un colectivo discriminado por sus diversidades funcionales sino que no se les ha permitido nombrarse a sí mismos. Desde la oficialidad este colectivo ha sido calificado de subnormal, minusválido, inválido hasta llegar al actual discapacitado.

Andrea, Antonio y Marina, miembros de la asociación Las Cañas durante un taller de danza. Foto: Sonia Lanuza


“Cualquier baremo de los que deciden si alguien tiene discapacidad o no, se basa en seleccionar una serie de capacidades (vinculadas a la idea de productividad, ¿a quién le importa si amas o ríes?), medirlas bajo el criterio capacitista de ‘hacer las cosas por ti mismo’ (hay un rechazo explícito a otras formas de autonomía) y a partir de ahí se valora cuánto de incapaz eres. Además de feo y faltón, es un sistema poco eficaz, no describe bien la realidad, no funciona. Por ejemplo, este sistema emite un certificado oficial diciendo que soy discapacitado en grado 100% y, al mismo tiempo, otro igual de oficial que me acredita como licenciado en Matemáticas. Algo falla. Lógico, es una manera de mirar sesgada (¿desde cuándo la vida se reduce a producir?), poco realista (nadie vive ‘por sí mismo’, vivimos en comunidad) y capacitista (hay otras formas de autonomía)”, cuenta Centeno.

En el local de Las Cañas se abren las puertas a las diversas diversidades, un espacio a medio a camino entre los espacios ordinarios y los centros o escuelas especiales. Para Elena Soldevilla con un escucha activa cincelada a base de largos años como enfermera rural, comparte que la discapacidad está construida según la productividad económica. Al mismo tiempo, admite que el empleo es un pilar fundamental para la inclusión de este colectivo. “La diversidad es tan diversa que se necesitan espacios de todo tipo y nosotros, desde la Asociación, lo que estamos intentando es abrir un camino para el empleo ordinario”.

Juan y Andrea durante las clases en la Asociación Las Cañas. 


Miembros de la asociación Las Cañas durante un taller de danza. Foto: Sonia Lanuza.



El empleo y la diversidad

El sol empieza a despuntar entre las ramas de olivos, mientras Ana y José Antonio están cortando los chupones que brotan en las partes bajas de los troncos. Visten pantalones verdes fosforescentes y un polo negro con el logo de ATADI, ambos forman parte de la plantilla de trabajadores del Centro Especial de Empleo de la entidad. En la capital del Bajo Aragón, el espacio de trabajo es un vivero. Rodeados de árboles, macetas de todos los tamaños, un invernadero y varias casetas prefabricadas, desde 2014 trabajan nueve personas con diversidad funcional, cuatro personas que ejercen como monitores y un coordinador. Su principal tarea en Alcañiz es la jardinería, aunque también ofrecen otros servicios de pintura y señalización vial, destrucción de documentación oficial y un taller de impresión.


Ana y José Antonio forman parte de la plantilla del Centro Especial de Empleo de ATADI en Alcañiz desde sus inicios.


De las casetas prefabricadas del vivero sale Javier Angosto de voz serena y barba semiplateada está al cargo de la coordinación de este centro de empleo alcañizano desde sus inicios. Se muestra contundente sobre el trabajo que desempeñan. “Funcionamos como una empresa de jardinería cualquiera pero, además, con un componente social”. Y es que este equipo de jardineros abarca desde el diseño y creación de jardines, instalaciones de sistemas de riego como su mantenimiento. Sus principales clientes: desde las administraciones públicas a particulares de los que dependen para su viabilidad económica.

Javier admite que las formas de trabajar tampoco son tan distintas con la mayoría de la plantilla con diversidad funcional. “Cuando empiezan a trabajar, vas viendo un poco qué cosas tienen más destreza, qué cosas les cuesta un poco más e incluso qué cosas no van a poder hacer porque su discapacidad les limita para hacerlas como usar determinadas maquinarias”. Una vez que adquieren unas rutinas determinadas, Javier cuenta que desempeñan el trabajo como un operario más “hacen el trabajo bien e incluso con más perfección por esta necesidad de sentirse reconocidos, de que les tengan en cuenta”.




Operarios de jardinería del Centro Especial de Empleo de ATADI durante su jornada en uno de los parques públicos de Alcañiz.



Para Javier Cantalapiedra, director de todos los centros de empleo de ATADI de la provincia, “la mayor forma de integración es a través del empleo, siempre y cuando tengan capacidad suficiente para realizar las tareas que puedan demandar nuestros clientes. Si una persona con discapacidad entra en una empresa ordinaria, fenomenal. Pero, desafortunadamente, es muy complicado que la empresa ordinaria contrate a personas con discapacidad, sobre todo intelectual. Sí que es cierto que muchas contratan servicios a través de nosotros porque tiene la garantía de que se va a realizar un trabajo bien hecho y con apoyo porque va el monitor con los operarios”.

Los Centros Especiales de Empleo de ATADI dan trabajo asalariado a cerca de 50 personas con diversidad funcional. Un número elevado, aunque insuficiente frente a la realidad que presenta el informe El Salario de las Personas con Discapacidad publicado por el INE el pasado año. En el año 2020 la tasa de ocupación fue del 26,7%, menos de la mitad que en el caso de las personas sin discapacidad. El informe destaca a su vez que “el aspecto más significativo para el colectivo de las personas con discapacidad legalmente reconocida es su baja participación en el mercado de trabajo”.

Desde Las Cañas buscan más alternativas para la inclusión de este colectivo en el sector laboral ordinario. El primer paso, según su presidenta, sería la formación más aplicada a un trabajo. El segundo, la contratación de un preparador laboral en la zona. “Esa figura existe legalmente y oficialmente. Si conseguimos que haya una o dos personas trabajando, entonces podríamos tener un preparador laboral que colaborara con esa empresa y con ese chico o chica. Tener esa figura supone para la persona con discapacidad que al principio no esté sola, le cueste menos coger la sistemática del trabajo”. Al mismo tiempo, ese preparador laboral sería el nexo entre “ese trabajador y el resto de empleados que haya una fusión en el ambiente laboral de la persona que acaba de llegar con discapacidad”, explica Elena.

Mientras familiares, entidades y sobre todo, personas con diversidad funcional siguen luchando en el Bajo Aragón Histórico para construir pueblos cada vez más inclusivos a todas las autonomías y cuerpos, pueblos que traten las diferencias funcionales no como problemas sino como motores de transformación social.■

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