Pancarta "Abolición prostitución" manifestación 8M, Madrid 2019 / Consuelo Fernández |
Prostitución: Propuesta para un verdadero abolicionismo
La prostitución siempre ha sido un tema tabú en la sociedad. A pesar de ser uno de los países con mayor consumo de prostitución, donde el 40% de los hombres reconocen haber pagado por sexo alguna vez, o a pesar de ser el país europeo que más “turismo sexual” recibe y uno de los mayores del mundo, en España no se habla de prostitución. Aunque en cualquier viaje por carretera nos crucemos con cientos de lugares donde mujeres son explotadas sexualmente cada día, o aunque las “tarjetas de visita” de clubs y pisos llenen nuestros parabrisas, no se habla de prostitución. Sin embargo, y afortunadamente, en los últimos meses parece que dicho tabú se está rompiendo, aunque sea tímidamente.
A raíz de la presentación en el Congreso de los Diputados de una propuesta de ley, supuestamente abolicionista, este debate, intrínseco al feminismo, ha saltado a los medios generalistas y poco a poco a la sociedad. Parte del debate que se está dando en torno a esta propuesta es si es realmente abolicionista o si en el fondo es una propuesta prohibicionista. Para poder llegar a alguna conclusión lo primero es conocer las diferentes posturas que hay en torno a la prostitución.
Intentaré hacer un repaso sobre las tres posturas principales, sobra decir que no puede ser un repaso con la profundidad que el debate requiere ya que para ello harían falta varios libros, pero al menos tener una visión general de las diferentes posturas.
Prohibicionismo
En primer lugar nos encontramos con el prohibicionismo, postura que no es defendida realmente por ningún sector del feminismo, y que verdaderamente es la adoptada por los sectores más conservadores y religiosos que, sin ninguna intención de proteger a las mujeres víctimas de explotación sexual, consideran esta como algo moralmente reprochable y buscan que se tipifique como delito, criminalizando a las mujeres en situación de prostitución.
Regulacionismo
Por otra parte, nos encontramos con el regulacionismo, que pretende que la prostitución se regule como un trabajo más, por lo que identifica a las mujeres que ejercen la prostitución como “trabajadoras sexuales” y a esta como “trabajo sexual”. El regulacionismo considera que la oposición a la prostitución se debe a una visión moralista y puritana del sexo y no a que sea por sí misma una institución misógina que perpetúe la desigualdad de género.
Abolicionismo
En último lugar, nos encontramos con el abolicionismo, postura abiertamente compartida por quien escribe este artículo. Postura que considera que es una institución patriarcal, que permite y legitima la mercantilización del cuerpo de las mujeres y que por tanto debe ser erradicada, sin medias tintas. Eso sí, el abolicionismo huye de la penalización de las víctimas de explotación sexual y aboga por su protección e integración en la sociedad, penalizando a quien se lucra de la misma y/o a quien la demanda.
¿Nos encontramos por tanto ante una propuesta abolicionista? ¿O es, como defienden los sectores regulacionistas una propuesta prohibicionista? ¿Cómo podríamos impulsar una legislación que fuese realmente abolicionista?
Es totalmente cierto lo que dicen de que no se acaba con la prostitución por decreto, por ello el abolicionismo es mucho más ambicioso, el abolicionismo busca que las mujeres en situación de prostitución salgan de los márgenes y se integren en la sociedad como ciudadanas con todos sus derechos. Para eso se necesita cambiar mucho más que el Código Penal: empezando por la ley de extranjería, la creación de un sistema de protección específico para estas mujeres, que tenga en cuenta las características de una violencia como es la explotación sexual, protección para salir de ahí y poder denunciar tranquilas y así poder tener un proyecto de vida.
Pero tampoco nos hagamos trampas, la penalización del proxeneta es necesaria, es un paso más en el camino (tan largo y complejo como necesario) hacia la abolición. Otra cosa es la penalización del putero, seguramente menos eficiente y que es un debate aún no cerrado dentro del propio feminismo abolicionista, aunque lo cierto es que no faltan ganas de sancionarles.
Quienes defendemos la abolición de una institución que mientras exista nos hará susceptibles de ser compradas por los hombres, debemos alegrarnos, aunque sea mínimamente, de que este debate esté empezando a darse en los espacios públicos. Pero también debemos seguir luchando porque realmente tengamos un país abolicionista, que entienda que es la pobreza y la exclusión lo que lleva en la inmensa mayoría de los casos a las mujeres, a las cis, a las trans, y sobre todo a las migrantes, a esta situación.
Ser una mujer en situación irregular o completamente excluida de cualquier sistema de protección social, es decir, ser una persona sin derechos, te convierte en carne de cañón del sistema prostitucional. Un sistema interclasista, porque da igual que tengas 20 o 2000 euros, siempre habrá una mujer a la que puedas comprar, reflejando así como el patriarcado es un sistema que impregna todas las capas de la sociedad. Por eso, el argumento que reivindica la voluntariedad y la libertad, e incluso el derecho, de las mujeres a ejercer la prostitución es falaz, la cifra de personas que la ejercen libremente es minúscula, porque no, no es un trabajo como otro cualquiera.
Si bien cualquier propuesta abolicionista debe pasar por penalizar a quien se lucra de la explotación sexual de las mujeres, esta no puede quedarse ahí, debemos dotar a las mujeres de derechos, que sean ciudadanas, para no verse abocadas a un sistema prostitucional que solo provoca dolor y sufrimiento. Son las instituciones públicas quienes pueden y deben hacer esto, quienes deben destinar fondos, los que hagan falta a su integración, a programas de inserción social y laboral, a formación, a protección y reparación de las víctimas, a programas de salud integral, incluida la salud mental. Protegerlas colaboren o no con la policía, para que se sientan seguras, protegerlas a ellas y a sus familias. Reformar la ley de extranjería es una necesidad prioritaria en un planteamiento abolicionista para España, donde más del 80% de las mujeres en situación de prostitución son inmigrantes. Reformar esta norma que las conduce a la exclusión social y a la prostitución como una de las pocas (si no la única) posibilidad de supervivencia. En resumen, cualquier propuesta abolicionista debe partir de dotar de derechos a todas las mujeres.
Todo esto es necesario, necesario y posible, si existe voluntad política, poner en marcha un plan para abolir la prostitución en nuestro país, acabar con la vergüenza de ser un destino al que hombres del resto de Europa vienen a satisfacer sus instintos más patriarcales mediante la compra de nuestros cuerpos, la vergüenza de ser un país no seguro para las mujeres. Podríamos ser un país en el que nadie, por mucho dinero que tenga pueda comprar el cuerpo de una mujer, ni pagar por violarla. Ser un país de ciudadanas con derechos.■
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