12 agosto 2022

#Alberto Díaz - Un enigmático misterio llamado Cervantes


Un enigmático misterio llamado Cervantes

Cuanto más se escribe sobre don Miguel, el mayor símbolo literario de España, más se espesa el velo de ocultación que él mismo extendió


¿Cómo era el rostro de Miguel de Cervantes? ¿Era alto, bajo, elegante, vulgar, tosco, exquisito, de habla atractiva y sonora o de sonsonete chillón o irritante? ¿Era un caballero o tenía los modales de un embaucador o de un soldado valentón y desmedido? ¿Son ciertas las aventuras heroicas de los Baños de Argel o las inventó para preparar un currículo atractivo para los padres mercedarios que lo rescataron?

¿Cómo es que de una escasa o nula preparación académica, dio en ser el más grande ingenio de su época y de las postreras, con coetáneos como Lope de Vega y otros de parecido mérito y fama? ¿Después del gran éxito de su Quijote, cómo va a morir tan pobre que ni siquiera tuvo un entierro digno y se fue a la sepultura con un sencillo sudario de caridad y sin una lápida y un nicho que lo celebrara? ¿Qué ha pasado con sus restos y cómo tuvo que ser rescatado del olvido por plumas extranjeras ante la indiferencia de las de nuestro país casi hasta el siglo XIX? ¿Cómo no se han podido rellenar los numerosos huecos informativos que presenta su vida? ¿Era un genio, como atestigua su obra, o un pobre hombre, humilde y castigado por el hambre, las humillaciones y el deshonor, que tocó la flauta “por casualidad” y de su soplido surgió una música extraordinaria?

Los interrogantes que jalonan la vida de don Miguel, empezando por el “don” y el “de” Cervantes, que no tenía derecho a usarlos… hasta el Saavedra, que parece apellido espurio, buscado para alejar las sospechas de “sangre impura” –judía– de su linaje, han creado en conjunto un tapiz narrativo que está lejos de ser claro e indiscutible. La vida y milagros de don Miguel están a la altura de las que imaginaba don Quijote al amparo de los libros de caballerías, la magia y hechicerías en las costumbres y la dura e implacable vida social, política y religiosa en la que tuvieron que desenvolverse tanto el autor como su inmortal criatura imaginaria. Y además está la sospecha de algunos tratadistas cervantinos de que don Miguel disimuló y alteró a propósito muchos aconteceres de su vida y extendió los velos de misterio que rodearon su existencia.

Aún así, ahora los cervantinos estamos de enhorabuena. El presidente de la Real Academia Española de la Lengua, Santiago Muñoz Machado, catedrático de Derecho de la Complutense, académico de número de la RAE, doctor honoris causa en derecho y filología por Salamanca, con más de 50 libros publicados, premio nacional de ensayo 2013 y de historia en 2018, se las ha apañado para brindarnos un nuevo libro sobre Cervantes. Un tomo con 120 páginas de notas, 220 de bibliografía, 60 de índices de nombres y 637 de texto. Con afán enciclopedista, nuestro autor ha indagado, como un Sherlock Holmes de las bibliotecas, en los libros de don Miguel, en los innumerables tomos sobre Cervantes y en los archivos, documentos, artículos y estudios en torno a su vida y obra. De esta suerte lo que tenemos ante los ojos y yo les recomiendo, es un ‘corpus magnus’ de datos, noticias, juicios, suposiciones, indagaciones y deducciones que conquistan al lector.

Prepárense para recibir alguna que otra sorpresa. Para empezar sepan que de los dos famosos retratos que hay en la magna Academia sobre Cervantes, uno en el salón de actos, aparecido a finales del XIX y saludado como el retrato más real de Cervantes, supuestamente firmado por Juan de Jáuregui, y otro firmado por Alonso de Busto, así como el autógrafo cervantino conservado en urna de cristal, son rematadamente falsos. El primero era la plasmación artística de las palabras del propio Cervantes describiendo su aspecto en el prólogo de las “Novelas Ejemplares” (“Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata que no ha veinte años fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña…”). Y es tan ajustado a estas palabras que siempre fue considerado auténtico.

Nuestro don Miguel, que se autocalificaba con humor socarrón de “regocijo de las musas”, lleva más de tres siglos teniendo en jaque a mentes bastante preclaras de la erudición y la literatura (y no sólo en España, que fue un país muy retrasado a la hora de valorar a uno de sus más grandes genios) en lo concerniente a su biografía y a la certeza o fantasía de los datos propios con los que Cervantes sembró sus obras.

Por ello, atreverse con otra obra sobre Cervantes, con ambición de dar cuenta de la mayoría de la bibliografía existente (además de confesar más de 15 lecturas completas del Quijote) ennoblece el arduo y complejo empeño de Muñoz Machado. Pero su originalidad estriba en la amplitud de temas y subtemas que nos ofrece, un rico anecdotario “interior” del cervantismo y los cervantistas de la Academia, hasta las correcciones a errores de cervantistas “de fuera”.

También son destacables los detalles históricos que sorprenden al lector más avezado en cuestiones cervantinas. Yo mismo he cedido al embrujo cervantino: en mi biblioteca, amén de medio centenar de “Quijotes”, hay más de un centenar de ensayos sobre Cervantes y la redacción del Quijote, junto a análisis de todo tipo, psicológico, gramatical, geográfico, literario, artístico o histórico de los personajes. Pero ignoraba, por ejemplo, que Cervantes luchó en Lepanto en uno de los sitios de combate más peligrosos: sobre un esquife, fuera del navío, como avanzadilla de infantería. Allí recibió un arcabuzazo que le privó del uso de su mano izquierda.

Sí había leído algo sobre el oscuro episodio de la acusación por la muerte de un hombre, el caso Ezpeleta, que le hace desaparecer de Madrid o los cinco años de cautiverio en Argel durante los cuales tuvo una actuación heroica y desesperada hasta ser liberado por los padres mercedarios. ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de leyenda autoreferenciada por el propio Cervantes? Y qué decir de las dos ocasiones en que es encerrado en prisión durante su época de recaudador de impuestos para la Armada. Termina por ser liberado sin cargos y con sentencias de inocencia.

Sus peticiones de mecenazgo y ayuda son despreciadas o mal atendidas por los supuestos “grandes nobles” de la sórdida época en la que vive Cervantes (septiembre de 1547 a abril de 1616). A pesar del éxito del Quijote y de sus Novelas Ejemplares y de algunas obras de teatro, Cervantes no llega nunca a tener una posición desahogada y los problemas económicos y familiares le complican la vida. Y esto configura uno de los misterios humanos de ese portentoso creador literario: la visión bondadosa, generosa, noble que se desprende de muchos de los detalles de su vida. No hay mezquindad, ni deseos de revancha, ni amargura en Cervantes y su obra. Hay un humor triste, irónico aunque amable, socarrón a menudo y tan idealista como su gran personaje.

Tenía casi sesenta años cuando publica la primera edición de Don Quijote y levanta la envidia mezquina y malévola de los literatos coetáneos, con Lope de Vega a la cabeza, que suelen difundir esa difundida pero injusta mala fama que acompañó a Cervantes en vida, corregida y aumentada por los deslices sociales de la parte femenina de la familia, su esposa Catalina de Palacios, una hija adúltera que aporta a la familia, sus hermanas costureras y amancebadas (las “Cervantas”) y una tía, ilustre en esos menesteres de enaguas y lechos...

Sugiere el autor de este estudio, Muñoz Machado, que Cervantes no escribió El Quijote “para acabar con los libros de caballerías” como aseguran muchos comentaristas (y se ha enseñado en las escuelas en la época en la que aún se hablaba de Cervantes en ellas) sino como nostalgia de esos libros, que ya para la época de nuestro escritor estaban bastante desacreditados, con las excepciones del Amadís, don Belianís o el Tirant lo Blanc. Por tanto, como escribió Menéndez Pelayo: “Cervantes ha escrito el mejor y más perfecto libro de caballerías”.

Haré mención de algunos elementos bastante interesantes y poco citados en obras anteriores sobre la vida y obra de Cervantes: la presencia de la magia, la hechicería y la brujería en su obra y el cuidadoso tacto con el que el bueno de don Miguel se refiere a la Iglesia, el Estado, los Jueces o la policía de su época (con los que ha tenido infortunados roces. Especialmente significativos son los capítulos dedicados al pensamiento religioso de Cervantes y al matrimonio y las relaciones de pareja en esa época (que la reforma del Concilio de Trento sobre el particular, hace más interesantes). Como buen catedrático de Derecho, además de académico, Muñoz Machado se recrea en aspectos jurídicos, en los que Cervantes era lego pero había sufrido en sus carnes las corrupciones de la justicia, por lo que en algunos menesteres sabía más que los leguleyos.

Américo Castro y Ortega aseguraban que Cervantes era un “gran disimulador” en materia de su propia biografía. Y no les faltaba razón. Por eso hizo falta más de un siglo para que autores ingleses y franceses escribieran sobre Cervantes, basándose en los “rastros” de su vida que don Miguel dejaba en su obra. Y dos siglos de su muerte para que fueran autores españoles los que bucearon en busca de datos (Vicente de los Rios en 1780 y Joaquín Navarrete en 1819). En fin, un libro para leer poco a poco y disfrutándolo.■

FICHA
CERVANTES.-Santiago Muñoz Machado. Ed. Crítica

Alberto Díaz
Periodista, Psicólogo y Crítico literario
charlus03@yahoo.es

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