Dejan entrever los peligros que encierra la situación, desde el dominio político, a los peligros expansionistas de los monopolios u oligopolios. Todo está supeditado al interés de los propietarios, las redes sociales, la industria, la sanidad, la farmacia, en resumen, la vida de la sociedad y de quienes la integramos.
En este escrito trato de resumir lo más destacado del libro y mostrar mi desacuerdo y crítica con aspectos importantes del mismo. En cualquier caso una obra merece ser leída y estudiada con detenimiento.
Análisis de la economía
Los autores, tal y como indican en el subtítulo, explican el proceso económico por el que la concentración de empresas en EE. UU. ha llegado a cotas históricas. El desarrollo sin límites de monopolios, duopolios u oligopolios han llevado a la práctica desaparición de la competencia; con lo que desaparece uno de los elementos teóricamente más positivos del sistema. Según los liberales clásicos la libre competencia es la mayor fuente de progreso, al estimular el mercado y con ello los avances, técnicos, económicos y sociales.
No es nada nuevo, como escriben los autores «La escala de fusiones es tan extrema que casi cabría pensar que los estadounidenses están intentando darle la razón a Karl Marx» (pág. 30). En mi opinión, no se trata de que los estadounidenses den la razón o quiten la razón a Marx, simplemente, la economía capitalista está siguiendo la perspectiva marcada por él hace ya más de siglo y medio.
Tepper y Hearn llegan a afirmar lo siguiente: «Muchos sectores económicos han troceado Estados Unidos igual que la mafia dividió el territorio entre las familias.» (pág. 45) Aportan múltiples ejemplos en distintos sectores. Una de las formas que los economistas utilizan para analizar la concentración de capital es el ‘índice de concentración de empresas’, los autores incluyen estos datos que son más que ilustradores 3-58.
Denuncian, que el Estado no ha impedido la concentración, al contrario, desde la llegada de Reagan al gobierno y todos los que lo han seguido, han ido suprimiendo los impedimentos para la concentración de propiedad en menos manos. Los tribunales de la competencia no han realizado su labor y el aumento de las regulaciones en todo tipo de sectores solo han servido para poner trabas a las pequeñas empresas, incapaces de cumplir con leyes y normativas que en muchos casos son dictadas por los tiburones de los distintos sectores económicos.
En su análisis, plantean que normalmente no se trata de una concentración empresarial en torno a un monopolio, eso sería demasiado evidente. Lo que se desarrolla en la economía norteamericana son oligopolios por cada uno de los sectores, con la capacidad de controlar la producción, distribución y precios de cada uno de ellos. Como consecuencia de estos pactos “tácitos” aumentan deliberadamente el precio de los productos, generando unos grandes beneficios a costa del consumidor que debe pagar un peaje tan injusto como indeseado: «Las empresas que dominan sus sectores representan una autopista de peaje en tu vida cotidiana» (pág. 43)
El término monopsonio se define como la concentración en torno a un solo comprador de una mercancía, incluida la mano de obra. Los monopsonios son una consecuencia más de la concentración empresarial, se aprovechan de su posición para forzar los precios de compra y/o los salarios en los casos en los que no existe otra alternativa para poder vender un producto o la fuerza de trabajo.
Un ejemplo paradigmático de la concentración de propiedad y riqueza son los monopolios digitales. Google, Microsoft, Facebook, Apple o Amazon tienen una posición absoluta de dominio del mercado, por un lado compiten y por otro colaboran conjuntamente. Compran startups, o bien, hacen invisibles en la red a otras empresas que aportan algo nuevo o pueden llegar a competir en algún segmento de la red. Nadie escapa a su control, no solo los posibles competidores, los usuarios somos un libro abierto para estas empresas, conocen nuestros gustos, búsquedas, desplazamientos...
Nos muestran el papel que jugaron los monopolios en la Alemania nazi, y cómo, tras la segunda guerra mundial las potencias ocupantes trataron de dividir el tejido industrial alemán para evitar que pudiera repetirse. Hoy es el día en que los oligopolios controlan la economía, la política y la sociedad norteamericana y por extensión la del mundo «occidental» en general.
Quizá los ejemplos más sangrantes se dan en el sector farmacéutico. En concreto nos habla de dos medicamentos, años atrás eren unas pastillas muy baratas Syprine y Cuprimine que «En la mayoría de los países costaban en torno a un dólar; siempre habían sido asequibles por una razón muy simple: fabricarlas no era caro» (pág. 219). Tras varias adquisiciones de la empresa que desarrollo estos medicamentos, su precio paso a ser de veinticinco mil dólares el mes. Describen muchos ejemplos más, en los que muestran el papel de estos truts en la salud de las personas y como la sanidad y las farmacéuticas privadas son un ‘cáncer’ para la vida de las personas en Norteamérica.
Aportan también estadísticas interesantes sobre la distribución de la riqueza en la bolsa, el libro desmonta el concepto de ‘capitalismo popular’, idea que defienden muchos analistas del sistema. Según la cual, hay millones de accionistas en bolsa y la riqueza que genera se distribuye entre esos millones de personas: «Los males de la participación accionarial horizontal constituyen un problema generalizado, toda vez que, en la actualidad, los cinco grandes inversores internacionales (Blackrock, Vanguard, State Street, Fidelity y JP Morgan) poseen el 80 % de las empresas cotizadas en bolsa del índice S&P 500. El fenómeno es global. En 2016, Blackrock era el accionista más importante de HSBC, Deutsche Bank, Banco Popolare di Milano y Banco Bilbao Vizcaya Argentaria, así como de un tercio de las firmas del FTSE 100 (Londres) y del DAX (Alemania)» (pág. 259)
La participación accionarial ‘horizontal’ es aquella en la que un accionista o grupo de inversión controla paquetes accionariales en distintas empresas del mismo sector, por ejemplo Warren Buffet controla al menos el 7% de las 4 primeras compañías aéreas estadounidenses. Lo que implica el control de ellas y el poco o nulo interés porque compitan entre sí.
Todo esto, no hace otra cosa que profundizar en las desigualdades: «actualmente, en Estados Unidos, el 0,1 % de arriba tiene tanta riqueza como el 90 % de abajo. La última vez que pasó algo así fue en la década de 1930, cuando en el mundo surgió un populismo que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, estamos» (pág. 295).
Alternativas y conclusiones
«Hemos perdido el rumbo, pero el pasado nos brinda un camino de vuelta». (pág. 301)
Los autores plantean toda una seria de alternativas que se resumen en una vuela hacia atrás en la concentración, es como decir una vuelta atrás en historia. Describen a la perfección la situación, pero no nos explican su origen, más allá de la eliminación de algunas leyes o la falta de controles del Estado. Por tanto, toda su alternativa se resume en modificar esas leyes y diversificar la propiedad, además de fomentar una competencia real de la economía.
Sin embargo obvian que son estos mismos trust los que deciden las leyes, la política y el funcionamiento de los distintos Estados, a través del papel de los lobbies que influyen en la redacción de leyes al haber financiado a los distintos candidatos. Y por si fuera poco estas mismas empresas son las que controlan los medios de comunicación y todos los resortes del poder.
Plantean que todo se hubiera podido evitar con otra voluntad política desde dentro del sistema, ven los peligros de la situación, con un estudio certero del momento pero no lo ven como un proceso económico en su conjunto. No hablan de la acumulación originaria del capital, de la plusvalía o de las crisis económicas, no analizan el origen del problema. Mientras la historia económica demuestra que, bajo el capitalismo la tendencia a la concentración de riqueza en pocas manos es inevitable. La libertad de mercado o la competencia son quimeras inalcanzables con el desarrollo del sistema, que pertenecen a un pasado al que es imposible retornar.
Si durante una época el capitalismo desarrolló las fuerzas productivas y favoreció la competencia hoy no es así, los autores derriban cualquier confianza en el sistema que creen reformable y quieren reformar. Afirman que «el capitalismo sin competencia no es capitalismo» (pág. 307) tras demostrarnos que la competencia no existe, la conclusión lógica sería afirmar que tampoco el capitalismo. Los autores aportan una cita de Edmun Burke «No hay nada más conservador que la reforma». (pág. 306) Es decir o se reforma el sistema o no se conservará.
Explican los problemas de lo que ellos denominan ‘populismo’ incluyendo dentro de él a la izquierda ‘antisistema’ y a la ultraderecha, generando una confusión interesada sobre el papel de unos y otros.
Nada dice de la planificación de la economía y los recursos, ni de la creación de empresas públicas, ni tan siquiera en la sanidad, farmacia o educación. No se trata de cuestionar el sistema, solo sus síntomas. Es un grito urgente para evitar una revolución social, «Si no escogemos reforma, tendremos una revolución que no hemos elegido». (Pág. 306)
Otra cita recogida por los autores y que describe el ánimo que los impulsa:
«El año pasado, Nick Hanauer, uno de los primeros inversores de Amazon y parte del 0,01 %, escribió un memorándum abierto a mis ‘compañeros multimillonarios’. El artículo llevaba el apropiado título ‘Las horcas vienen… por nosotros, los plutócratas’: Si no hacemos nada por resolver las flagrantes desigualdades de esta economía, las horcas vendrán por nosotros. Ninguna sociedad es capaz de aguantar esta desigualdad creciente. De hecho, en la historia humana no hay ningún ejemplo en que se haya acumulado una riqueza así y al final no hayan aparecido las horcas. Si hay una sociedad muy desigual, habrá un Estado policial. O una rebelión. No hay contraejemplos. Ninguno. No es cuestión de ‘si’, sino de ‘cuándo’».(Pág. 246).■
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