Neuroinflamación: la respuesta a muchas preguntas
Pero a este periodo revolucionario en el pensamiento científico y coincidiendo con la expansión de la religión cristiana, le sigue un periodo de oscurantismo y regresión, ya que todo estudio relacionado con el cuerpo humano es considerado como una herejía, incluso se llegan a ejecutar a personajes tan ilustres como Miguel Servet, quién descubrió la circulación pulmonar en 1550.
Así pues, no es hasta muy avanzado el siglo XIX, cuando se dan realmente los pasos necesarios para conocer profundamente la anatomía del sistema nervioso.
Don Santiago Ramón y Cajal, médico español, aísla por primera vez y observa al microscopio las células funcionales del sistema nervioso, llamadas neuronas. Este hito en la ciencia le vale el premio Nobel de Medicina en 1906. Discípulos suyos, entre los que destaca Don Pío Del Río Hortega, profundizan en el conocimiento del tejido nervioso, descubriendo la existencia de unas células muy particulares que dan soporte y protección a las neuronas, la microglía.
Otra clave en la Neurología es el descubrimiento del sistema glinfático (Universidad de Rochester, 2012), red de drenaje y limpieza de residuos del metabolismo de las neuronas. Hasta ese momento se pensaba que los únicos fluidos del sistema nervioso eran la sangre y el líquido cerebroespinal. El cráneo forma una cavidad estanca, con una presión interna muy precisa y que está delimitada por una estructura virtual que protege al cerebro del resto del cuerpo que se llama barrera hematoencefálica, de tal manera que lo que entra y lo que sale del tejido nervioso está muy controlado.
Al llegar a conocer de manera tan detallada un sistema tan particular tanto en su forma como en su función, actualmente los retos de los neurólogos y neuropsiquiatras van encaminados a dar respuesta a las diferentes enfermedades que afectan a esta zona y que generan tanta sintomatología y discapacidad en la actualidad.
Entre los 10 medicamentos más consumidos en España, casi todos indicados exclusivamente para frenar síntomas, tenemos ansiolíticos y antidepresivos como fármacos de amplia prescripción. Casi un 7,5% de los españoles toman antidepresivos de manera diaria y cerca de 2 millones toman ansiolíticos de manera regular.
Pero volvamos un poco atrás, y es que ya hemos hablado de la microglía, células que entre otras cosas realizan funciones inmunitarias en la zona, pudiendo provocar inflamación en el caso de que sea necesario. Cualquier alteración física o química que dañe cualquier tejido corporal va a generar inflamación como primera respuesta de reparación. Sin inflamación no habrá reparación, y esto es una constante que es llevada a cabo por el sistema inmune.
Una de las claves que se han descubierto es que la neuroinflamación produce una serie de síntomas físicos como dolor, cansancio, espesura mental, insomnio… pero también síntomas a nivel conductual o emocional, generando comportamientos de aislamiento social, depresión o favoreciendo incluso los episodios de ansiedad… en un cuadro que los científicos han denominado “Sickness Behaviour” (comportamiento de enfermo).
Evolutivamente se ha desarrollado este mecanismo, por lo tanto es algo que nos generó en su día cierta ventaja. Parece razonable que en situaciones de inflamación importante (ya sea por infección o traumatismos graves) no tengamos la sensación de plenitud energética, necesitaremos guardar reposo físico y mental para que todos los recursos del organismo se centren en la recuperación. Fisiológicamente se genera resistencia a las hormonas tiroideas y a la insulina (con la consiguiente incapacidad de generar combustible de manera eficiente en nuestras células).
Ya se ha demostrado además, que cuando estamos en estas situaciones de inflamación, las sustancias que generamos (interleuquinas) son capaces de atravesar la barrera hematoencefálica y activar el modo inflamatorio de la microglía, generando esos síntomas que hemos descrito (sickness behaviour).
La cuestión que se analiza actualmente es si los desordenes neuronales ya sean comportamentales (depresión, ansiedad…) o funcionales (Alzheimer, esclerosis múltiple…) tienen factores inflamatorios como posible causa determinante. Detectar el origen o causa de una determinada alteración de la salud es algo terriblemente complejo. Es verdad que hay enfermedades que son estrictamente genéticas, es decir, que son fruto de alguna alteración en los genes. Es el caso de enfermedades que se padecen desde el nacimiento o que progresivamente van apareciendo desde edades muy tempranas. En este tipo, el porcentaje o incidencia de aparición no ha variado de manera significativa (tan solo hay más casos debido a que la población de la tierra es cada vez mayor). Las enfermedades que ahora mismo son más prevalentes no están en este grupo, es decir que no tienen un factor genético como predisponente exclusivo. Es el caso del cáncer, en el cuál, es verdad que puede haber cierta predisposición genética, pero que ahora mismo se le confieren muchos más factores epigenéticos (entorno y hábitos de vida).
También es el caso del Alzheimer, una enfermedad descrita por el doctor que le puso nombre en 1901. Previamente no se conocía y ahora es una enfermedad que está sufriendo una expansión brutal a pesar de no ser contagiosa. Cuando una enfermedad no contagiosa se expande de esta manera es que tiene que ver con algún factor que está presente de manera constante. Alguien podría pensar que tiene que ver con que ahora nos hacemos mas viejos y que por eso está en un significativo aumento, pero cualquier neurólogo nos podría decir que el Alzheimer empieza mucho antes de empezar a dar síntomas y cada vez se están viendo inicios más precoces de la enfermedad. Además, todavía hay ciertas poblaciones humanas en la tierra que viven en entornos totalmente naturales, donde la gente envejece bastante y donde el Alzheimer es totalmente inexistente. Es muy posible que el avance de los problemas de desorden metabólico de las sociedades modernas sea ese factor que acompaña en el proceso de expansión. Un grupo prestigioso de investigadores, guiados por el Doctor Cunnane, ya han demostrado la íntima relación entre los niveles altos de glucosa en sangre y el daño en el tejido nervioso. De hecho han podido ver cómo se pueden frenar los signos de la degeneración neuronal al mejorar el metabolismo celular.
Pero estos son desordenes graves con un grado de discapacidad que al final es severo. La cuestión es que, si retomamos el listado de los 10 medicamentos mas vendidos, si los indicados para los desórdenes anímicos-emocionales ocupan un lugar importante, los que realmente se llevan la medalla de oro son los relacionados con el dolor. Uno de los síntomas principales de neuroinflamación es el dolor crónico de origen inespecífico, aquel que no tiene una causa mecánica o traumática clara. Otro signo claro de inflamación en el ámbito neuronal es el insomnio (un desorden de la salud muy extendido y con repercusiones importantes en la calidad de vida). Y es que en estos casos hay un descenso en la síntesis de serotonina y melatonina y un aumento de hormonas de alerta. Pues bueno, se ha visto que el sistema glinfático (limpieza y drenaje del cerebro) sólo está activo mientras dormimos, así que aquí ya tenemos un problema circular, pues cuanto menos durmamos más sustancias de desecho se acumulan y esto influirá en el ambiente celular (casi un 30% de la población tiene problemas de insomnio).
Vía de doble sentido
Ya está claro que la inflamación produce una serie de cambios en las neuronas que generan síntomas físicos y emocionales o conductuales. Pero lo que también se ha visto es que la vivencia de situaciones emocionalmente negativas provoca inflamación. Por lo tanto, es una vía de doble sentido donde lo físico influye en lo emocional y lo emocional en lo físico. Ante situaciones de estrés mantenido, el metabolismo de las células se ve alterado y genera mucho desgaste, es lo que se llama estrés oxidativo y esto acaba por generar inflamación. No es lo mismo que someterse a un factor estresante de manera puntual, hecho que nos hace adaptarnos y e incluso mejorar. El ejercicio físico es un ejemplo de estrés agudo. El ser humano no evolucionó en condiciones de alerta mantenida, no tenemos mecanismos para vencer estas situaciones sin que nos pase factura a nivel orgánico.
Eje intestino – cerebro
Se ha empezado a denominar al sistema digestivo como el segundo cerebro, es la zona (fuera de la cabeza) con mayor presencia de neuronas. La mayoría de información que recibe el cerebro lo hace desde esta zona, por lo tanto, su importancia está más que justificada. La relación entre intestino y cerebro se hace a través de la comunicación nerviosa, pero también a través de sustancias que viajan por la sangre o por la linfa.
Aquí entra el concepto de permeabilidad intestinal. Existe una barrera muy importante en nuestro cuerpo que es la mucosa intestinal, que selectivamente deja pasar aquellos nutrientes que son beneficiosos para nuestro organismo y deja fuera a sustancias potencialmente patógenas (bacterias, contaminantes …). Muchas situaciones que tienen que ver con los hábitos y entorno de vida de la sociedad actual son dañinos para esta barrera (dieta, sedentarismo, estrés crónico, contaminación…) y desencadenan una alteración llamada aumento de permeabilidad intestinal, generando un traspaso de sustancias nocivas hacia el interior de nuestro organismo. El cuerpo intentará responder a esto con diversas estrategias, pero siempre empezando con inflamación. Y como la zona intestinal manda muchas señales hacia el cerebro, es muy probable que haya repercusiones a nivel central. De hecho, las situaciones prolongadas de permeabilidad intestinal, acaban deteriorando la barrera hematoencefálica y el problema se verá aumentado.
¿Será esta inflamación mantenida una de las causas del aumento de ciertas patologías modernas?
Si así fuera, podríamos empoderar a la gente en invertir en prevención y no poner el foco de atención en la genética. No podemos hacer nada con los genes, es nuestro código de barras desde la gestación, no se puede cambiar. Sin embargo se ha apostado por intervenciones meramente farmacológicas para minimizar los síntomas.
Pero quizá le hayamos dado demasiada importancia a la genética y no nos hayamos fijado tanto en la epigenética, que es todo aquello que hacemos durante nuestra vida y que tiene una repercusión determinante sobre la salud.■
José Rodríguez
Fisioterapeuta
Fisioterapeuta
josefisiosalud@gmail.com
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