Panorámica de Valderrobres con el castillo al fondo. |
Elogio del paisaje
Cuando asesoramos a un emprendedor le recomendamos “Busca para tu negocio tener una ventaja inimitable”. Con esto asegurará su viabilidad, al ser inimitable no vendrá otro a competir. (En ocasiones la ventaja es la seriedad generadora de confianza).
Recuerdo los versos del poeta, Don Antonio que hablaba de unos ojos que se volvían a la tierra “…hartos de mirar sin ver…”
¿Tenemos esa ventaja inimitable? Ya lo creo que la tenemos…es el paisaje. Es único.
¿La vemos? No siempre, o no dándole el valor merecido.
Poco a poco con la explosión de la comunicación de las redes sociales nuestro paisaje es conocido y la paz que produce su contemplación atrae de forma masiva a visitantes urbanos desprovistos de ese recurso vital en su vida diaria.
Y por el efecto de la economía, el paisaje, alimento del alma, se convierte en alimento del cuerpo al posibilitar la subsistencia dando un modo de vida a los emprendedores que prestan servicios necesarios al viajero visitante. Un contable preciso calificaría el hecho llamando al paisaje puro y atractivo como una “unidad contable generadora de efectivo”.
¿Se ha transmitido este hecho a nuestra organización humana con suficiente intensidad’.
La respuesta es no por ahora.
Mucho se ha hablado del problema de convivencia de la energía y el paisaje.
Parece que ahora se va a afrontar ese problema con nuevas normas protectoras, que en fondo no serán nuevas ya que la Unión Europea ya las demandaba.
Ha surgido en estos días en un lugar único, el entorno de Valderrobres, la manifestación de la necesidad de esa convivencia respetuosa entre una carretera necesaria y el paisaje circundante.
Es lógico que algunos interesados presionen y, en el trazado de carreteras, traten de acortar los trayectos para mejorar sus cuentas de resultados, pero no por ello se deben favorecer trazados que perjudican a todos lo demás. Si se aceptan, o promueven, esas presiones por las administraciones lo que se consigue es ceder de forma inapropiada a intereses del corto plazo apartándose del principio del beneficio común.
En geometría la distancia mas corta entre dos puntos es la línea recta, en la sociedad la distancia buscada no es la más corta más sino la más equilibrada y conveniente. Se mide por respeto a los otros y por la convivencia armónica entre todos, todo ello en el marco de la seguridad jurídica.
La transparencia y el rigor de los argumentos son bienvenidos en el proceso.
Mirar sin ver es un defecto. Siempre lo ha sido. Es un automatismo perverso.
Querido lector, le animo a que mire su entorno, debe al mismo tiempo aumentar su empatía, es decir debe ponerse en el lugar de los otros, lo que le llevará ver “con los ojos del viajero”.
Cuando se produzca lo esperable en alguien de buena voluntad y se ponga en lugar del que busca en el paisaje la paz, quizás la de un ambiente perdido de su infancia, quizás la necesidad de cualquier ser humano por la naturaleza, comprenderá que debemos ser activos. Que debemos tomar una actitud protectora de algo que teníamos largo tiempo descuidado.
¿Son necesarias para esta realidad normas protectoras? Ya las hay. Tenemos precisas, extensas y variadas normas urbanísticas. La cuestión es si se cumplen. O, mejor dicho, si se ejercen las incomodas acciones correctoras para su cumplimiento por quienes están llamados a ello.
Recuerdo que hablaba hace tiempo con un cliente suizo de la suerte que tenían en su país con la belleza de su paisaje. El me dijo con claridad que aquello no era producto de la suerte sino de normas aplicadas con rigor y seriedad.
La suerte es entonces vivir en una sociedad madura que ve, comprende, aprecia y defiende lo que tiene.■
José Antonio Sola
Economista
Economista
jsola@reaf.es
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