José Miguel Celma. Portavoz PP Comarca Bajo Aragón. Concejal Ayto. Torrecilla de Alcañiz |
Las imágenes que estamos viendo estos días en las televisiones no hacen sino que estremecer al común de los mortales. Manifestaciones incendiarias, personas exaltadas cuyo propósito, en lugar de defender aquello que consideran justo, es romper el moviliario urbano. Causar el caos y el descontrol en un buen número de ciudades españolas.
Observo con detenimiento los medios de comunicación y me da la sensación de que esta sociedad se está yendo al garete. Se hace eco de las palabras del supuesto criminal y se vanaliza con sus actos, defendiendo en la mayoría de las ocasiones lo indefendible. Hordas de individuos se dedican exclusivamente a ejercer el vandalismo desde la desorganización organizada y apoyada por el populismo, que intentan demostrar en esos actos la fortaleza que dicen tener. Asumen una causa que les es ajena y sobre las que nunca le acompaña la razón, porque sinceramente no la tienen.
Arden las calles, destrozan el mobiliario urbano al grito de libertad, cuando lo que buscan es el libertinaje. Están auspiciados por una supuesta defensa de la libertad de expresión. Pero que no nos engañen, pretenden otro objetivo mucho más perverso y peligroso: imponer su propio pensamiento a costa de actos delictivos que merecen que les caiga todo el peso de la ley. Sí, la misma normativa que nos protege a toda la sociedad.
Siempre me gusta afirmar que estoy en política para dejar a mis hijas un lugar mejor que el que me encontré, una sociedad digna en la que se respeten los derechos fundamentales. Un país en el que su juventud, gracias a los díficiles cambios que se establecieron hace más de cuatro décadas, puedan disfrutar de libertad de expresión, de enseñanza y también de opinión. Que posean unas normas básicas de convivencia en el que esté muy presente el respeto a las leyes que nos protegen y nos juzgan si no actuamos correctamente.
Me duele nuestro país porque, en ocasiones, unos pocos manipulan a la sociedad para hacer arder la calle e intentar dar una imagen falsa de la auténtica realidad. Todo con el objetivo de que la confusión y las instantáneas que aparecen frente a nuestros ojos ganen la partida a la razón, la legalidad y el estado de derecho.■
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