marzo 2021 | PATRIMONIO | CONVENTO DESIERTO DE CALANDA |
Panorámica general del Convento del Desierto de Calanda |
La compra del Convento del Desierto de Calanda por el ayuntamiento de esa localidad supone, sin duda, el punto de inflexión para el inicio de la recuperación de ese magnífico monumento y su entorno. Una excelente noticia para el patrimonio cultural del Bajo Aragón.
El Convento del Desierto de Calanda
A unos ocho kilómetros al sureste de la villa de Calanda (Teruel), en un solitario y escabroso paraje, se encuentran las enormes ruinas de un antiguo Convento de Carmelitas Descalzos de finales del siglo XVII que fue abandonado definitivamente en 1835. El convento, llamado “del Desierto” por su emplazamiento en una zona tradicionalmente aislada y deshabitada, constituye una de las construcciones conventuales del barroco más importantes del Bajo Aragón y, precisamente por su carácter retirado y de difícil acceso, la que mejor conserva todavía su estructuración original.
El paraje en el que se ubica el Convento, conocido desde al menos el siglo XVII como “Desierto de Calanda”, se emplaza en el interior de una gran extensión de terreno agreste y mal comunicada entre las localidades de Calanda, Torrevelilla y La Ginebrosa. Este lugar recóndito y aislado fue elegido por la orden de los Carmelitas Descalzos de la provincia de Santa Teresa (que incluía los reinos de Aragón y Valencia) para fundar en 1680 un gran convento en el que los frailes carmelitanos pudieran gozar de un ambiente de paz y retiro espiritual.
La propia Orden de los Carmelitas Descalzos fundó otro convento en esa misma época en el denominado “Desierto de Las Palmas”, en la comarca de la Plana Alta de Castellón, en una zona montañosa y de rica vegetación que ha sido declarada recientemente Parque natural. En ambos casos, la denominación de “Desierto” está relacionada con despoblación o desertización humana y no con ausencia de vegetación pues estas zonas agrestes y solitarias, elegidas como lugares de retiro y oración por los carmelitas, poseen desde antiguo una gran riqueza y diversidad natural ya señalada desde hace siglos. Así, el historiador aragonés Ignacio de Asso escribió en 1798: “Desde las riberas del Guadalope, y cercanías de Alcañiz y Calanda se va elevando el terreno hacia levante en cerros medianos de peña caliza, con vetas de vistosos mármoles; entre los quales sobresalen el de Tolocha, y los que circundan el desierto de Calanda, que es uno de los sitios más frondosos del Reino por la abundancia de Jazmines arbóreos, Viburnos, Peonías, Nepetas, “Smilax aspera”, “Dictamnus albus”, “Ononis rotundifolia” de flor gentil, y otras plantas curiosas que lo visten”.
Lamentablemente, en la década de los 90 del pasado siglo todo este sector sufrió un pavoroso incendio en el que ardieron cientos de hectáreas del denso pinar que lo cubría. El aspecto actual de monte raso con predominio de arbustos que cubre toda esa zona obedece a ese reciente incendio, si bien está teniendo lugar un proceso de regeneración natural del antiguo bosque y, de no ocurrir nuevas catástrofes, en unas décadas toda esta gran extensión de terreno virgen volverá a recuperar su aspecto anterior.
El Convento del Desierto y su desdichada historia
La fundación del Convento del Desierto de Calanda se remonta a 1680 cuando los religiosos de la Orden de los Carmelitas Descalzos decidieron instalarse, atraídos por la belleza y aislamiento de un apartado y singular paraje, en una antigua torre o casa de campo, llamada Torre Alginés, propiedad de la orden de Calatrava. Tras acordar el pago anual de cierta cantidad de dinero a la Encomienda de Calatrava, cuya sede se encontraba en Alcañiz, los carmelitas tomaron posesión del lugar, previa autorización del Rey Carlos II, en 1682. Las obras del convento, dedicado a San Elías, se prolongaron hasta 1701. Sin embargo, tan solo cuatro años después, en 1705, como consecuencia de la Guerra de Sucesión, en la que Calanda y el propio convento tomaron partido por el archiduque Carlos de Austria, el lugar fue asaltado e incendiado por un grupo de unos 200 hombres partidarios de Felipe V de Borbón. Tras comenzar la restauración del convento, en 1708, las obras y reformas continuarían hasta finalizar la construcción de su gran iglesia en 1728.
La paz y el silencio reinaron en ese paraje idílico y solitario durante menos de un siglo pues en 1808, con motivo de la Guerra de la Independencia, los franceses asaltaron y saquearon el edificio destruyendo, entre otros, la magnífica biblioteca que habían atesorado los frailes carmelitas y que había servido de fuente de educación y formación para los jóvenes de las familias más adineradas de la zona. Apenas 20 años después tuvo lugar, entre 1835 y 1837, la exclaustración general de los conventos con la expropiación forzosa y subasta pública de bienes y tierras que se consideraban en propiedad de “manos muertas”. Entre los cientos de edificios religiosos y conventos desamortizados en España se encontraba el de Calanda que fue abandonado por los religiosos y poco después incendiado y destruido parcialmente. Algunos retablos de la iglesia y sus campanas fueron trasladados a la iglesia del Pilar de la vecina villa de Calanda si bien ninguna de estas obras ha llegado a nuestros días. Poco después, en 1842, el convento y la finca circundante pasaron a manos privadas.
Descripción del convento
El proyecto de este complejo conventual incluía una gran iglesia de tres naves y cúpula sobre la capilla mayor (con criptas para el entierro de frailes), hospedería, celdas para religiosos, claustro, refectorio y librería, así como otras dependencias indispensables para la vida diaria: cocinas y despensas, fuentes, aljibes y balsas para riego, graneros, bodegas, trujales, carpintería, horno, pozo de nieve, huertos, etc. cuya estructuración se conserva todavía prácticamente intacta. La monumentalidad y regularidad de las construcciones de este convento dieron lugar a que fuera conocido en el siglo XVIII como el “Escorial aragonés”.
Hace unos años se descubrió casualmente en el Archivo Histórico de Protocolos de Alcañiz dos pergaminos (reutilizados como cubiertas de otros documentos) que formaban parte del proyecto de construcción de este gran convento. En uno de ellos se representa la planta del convento con el detalle de sus habitaciones y dependencias y, en otro, una sección de la iglesia y edificio anejo con una amplia explicación.
En 1846, a los pocos años de su abandono, el convento del Desierto de Calanda se describía en el famoso Diccionario Geográfico e Histórico de Pascual Madoz, del siguiente modo: “Distante a 1 ½ legua hacia el E., entre montes escabrosos (se encuentra) un convento de Carmelitas Descalzos, llamado comúnmente el Desierto, situado en la falda de la Sierra de La Ginebrosa, entre los ríos Guadalope y Mezquín; ocupa un sitio muy ameno y pintoresco, es un edificio que forma un perfecto cuadrado, grande y suntuoso, todo de piedra de cantería, a cuyo lado septentrional hay una plaza de 26 varas cuadradas; su iglesia, de una sola nave o crucero, tenía 8 altares, de los cuales se han trasladado 3 a la villa (Calanda) y se halla cerrada desde la extinción de los conventos, cerca de éste hay algunos corrales para ganados y caballerías y un huerto poblado de árboles frutales, y regado por las aguas de la fuente de Sta. Quiteria, que brota en las inmediaciones del mismo, el cual está en un barranco que forman las aguas de otras dos fuentes nacientes a ¼ de hora de distancia, y, que unidas, fertilizan y se consumen en un trozo de 3 ó 4 cahizadas de tierra, que eran propiedad del expresado convento”.
Según menciona S. Vidiella, el Convento del Desierto de Calanda llegó a tener: “24 monjes sacerdotes, 18 coristas, 9 legos, 5 donados, 2 escolanes, 2 pastores, 5 criados de labor y 1 guarda.”
Un futuro esperanzador
El convento del Desierto de Calanda, declarado como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés desde 2003, ha sufrido un progresivo e imparable deterioro desde su definitivo abandono hace ahora casi 200 años.
En los últimos tiempos el singular paraje en el que se emplaza parece animar a muchos de los visitantes que llegan hasta este recóndito lugar a dejar su huella vandálica sobre el edificio mediante todo tipo de grafiti y pintadas. El aspecto actual de la parte inferior de la fachada principal de la iglesia o el del antiguo refectorio o comedor de los monjes, en la planta baja del ala sur es, por este motivo, lamentable.
Al mismo tiempo, en los últimos años el edificio está comenzando a ser considerado como un lugar misterioso muy apropiado para todo tipo de fenómenos paranormales como apariciones de espíritus, calaveras, psicofonías, percepciones extrasensoriales, ovnis, etc. que tampoco favorecen la conservación de los inmuebles y su entorno. Así pues, dado su abandono, no es de extrañar que el magnífico conjunto del Convento del Desierto de Calanda se incluyera en el año 2008 en la lista roja del Patrimonio de la Asociación Hispania Nostra http://www.hispanianostra.org/lista-roja/monasterio-del-desierto
A pesar de todo ello, y gracias sobre todo a su ubicación en un paraje aislado, deshabitado y tradicionalmente mal comunicado, sorprende todavía el estado de conservación del conjunto y el hecho de que sus enormes edificios y dependencias no hayan sido totalmente demolidos o desmantelados para utilizar sus ruinas como material de construcción. Es también especialmente interesante la conservación de la parcelación y distribución original de las estructuras agropecuarias y religiosas del entorno del Convento, con la fuente de Sta. Quiteria, la balsa de riego, las huertas, el pozo de nieve (para el que hemos solicitado su integración en el listado de neveras BIC de Aragón), los corrales de ganado, las ermitas y peirones, etc. que apenas han sufrido ninguna alteración desde el siglo XVIII. Esta configuración original del convento y su entorno, extraordinariamente bien conservada, debería ser objeto de un programa de recuperación integral evitando cualquier tipo de transformación pues se trata de un ejemplo preservado de organización conventual posiblemente único en Aragón.
En las últimas décadas han existido algunos intentos de recuperación del enorme conjunto para usos culturales, artísticos y creativos que no llegaron a cuajar. En 2003 el convento y su finca circundante fueron comprados por una sociedad agrícola privada con sede en Caspe que poco después volvió a ponerlo a la venta a través de una inmobiliaria que llegó a anunciarlo en la prensa sin ninguna respuesta por parte de las distintas administraciones públicas. Se llegó a argumentar en ese momento que “sólo la piedra de sillería vale muchísimo dinero” lo que manifestaba claramente el nulo interés de protección por parte de sus propietarios al mismo tiempo que se sugería el derribo de los edificios y la utilización de los escombros como simple cantera de material de construcción.
Afortunadamente, la actual corporación del Ayuntamiento de Calanda, tras una larga negociación con los propietarios, ha acordado la compra de la finca y el convento por 93.000 euros, lo que implica que el magnífico conjunto conventual pasará por primera vez en su historia a manos públicas. Sin duda, queda por delante un enorme trabajo e inversión que se prolongará durante décadas, pero el primer y fundamental paso para el inicio de la recuperación del Convento del Desierto ya se ha dado. Como primera intervención el ayuntamiento de Calanda ha propuesto el vallado del recinto para impedir el acceso incontrolado al mismo. A esta actuación debería seguir el inicio de los trabajos de limpieza y consolidación de estructuras para evitar el deterioro progresivo de los edificios así como la redacción de un Plan Director que programe y planifique el largo número de actuaciones necesarias para la recuperación del conjunto en los próximos años. La puesta en marcha de Talleres de Empleo, Escuelas Taller o Campos de Trabajo para acometer las obras más sencillas y la solicitud de declaración de BIC para el conjunto (que, de conseguirse, facilitaría en gran medida la obtención de importantes ayudas desde la administración central) son otros de los pasos iniciales para comenzar la larga recuperación de uno de los conjuntos conventuales del barroco más importantes de Aragón.■
A unos ocho kilómetros al sureste de la villa de Calanda (Teruel), en un solitario y escabroso paraje, se encuentran las enormes ruinas de un antiguo Convento de Carmelitas Descalzos de finales del siglo XVII que fue abandonado definitivamente en 1835. El convento, llamado “del Desierto” por su emplazamiento en una zona tradicionalmente aislada y deshabitada, constituye una de las construcciones conventuales del barroco más importantes del Bajo Aragón y, precisamente por su carácter retirado y de difícil acceso, la que mejor conserva todavía su estructuración original.
El paraje en el que se ubica el Convento, conocido desde al menos el siglo XVII como “Desierto de Calanda”, se emplaza en el interior de una gran extensión de terreno agreste y mal comunicada entre las localidades de Calanda, Torrevelilla y La Ginebrosa. Este lugar recóndito y aislado fue elegido por la orden de los Carmelitas Descalzos de la provincia de Santa Teresa (que incluía los reinos de Aragón y Valencia) para fundar en 1680 un gran convento en el que los frailes carmelitanos pudieran gozar de un ambiente de paz y retiro espiritual.
La propia Orden de los Carmelitas Descalzos fundó otro convento en esa misma época en el denominado “Desierto de Las Palmas”, en la comarca de la Plana Alta de Castellón, en una zona montañosa y de rica vegetación que ha sido declarada recientemente Parque natural. En ambos casos, la denominación de “Desierto” está relacionada con despoblación o desertización humana y no con ausencia de vegetación pues estas zonas agrestes y solitarias, elegidas como lugares de retiro y oración por los carmelitas, poseen desde antiguo una gran riqueza y diversidad natural ya señalada desde hace siglos. Así, el historiador aragonés Ignacio de Asso escribió en 1798: “Desde las riberas del Guadalope, y cercanías de Alcañiz y Calanda se va elevando el terreno hacia levante en cerros medianos de peña caliza, con vetas de vistosos mármoles; entre los quales sobresalen el de Tolocha, y los que circundan el desierto de Calanda, que es uno de los sitios más frondosos del Reino por la abundancia de Jazmines arbóreos, Viburnos, Peonías, Nepetas, “Smilax aspera”, “Dictamnus albus”, “Ononis rotundifolia” de flor gentil, y otras plantas curiosas que lo visten”.
Lamentablemente, en la década de los 90 del pasado siglo todo este sector sufrió un pavoroso incendio en el que ardieron cientos de hectáreas del denso pinar que lo cubría. El aspecto actual de monte raso con predominio de arbustos que cubre toda esa zona obedece a ese reciente incendio, si bien está teniendo lugar un proceso de regeneración natural del antiguo bosque y, de no ocurrir nuevas catástrofes, en unas décadas toda esta gran extensión de terreno virgen volverá a recuperar su aspecto anterior.
El Convento del Desierto y su desdichada historia
La fundación del Convento del Desierto de Calanda se remonta a 1680 cuando los religiosos de la Orden de los Carmelitas Descalzos decidieron instalarse, atraídos por la belleza y aislamiento de un apartado y singular paraje, en una antigua torre o casa de campo, llamada Torre Alginés, propiedad de la orden de Calatrava. Tras acordar el pago anual de cierta cantidad de dinero a la Encomienda de Calatrava, cuya sede se encontraba en Alcañiz, los carmelitas tomaron posesión del lugar, previa autorización del Rey Carlos II, en 1682. Las obras del convento, dedicado a San Elías, se prolongaron hasta 1701. Sin embargo, tan solo cuatro años después, en 1705, como consecuencia de la Guerra de Sucesión, en la que Calanda y el propio convento tomaron partido por el archiduque Carlos de Austria, el lugar fue asaltado e incendiado por un grupo de unos 200 hombres partidarios de Felipe V de Borbón. Tras comenzar la restauración del convento, en 1708, las obras y reformas continuarían hasta finalizar la construcción de su gran iglesia en 1728.
La paz y el silencio reinaron en ese paraje idílico y solitario durante menos de un siglo pues en 1808, con motivo de la Guerra de la Independencia, los franceses asaltaron y saquearon el edificio destruyendo, entre otros, la magnífica biblioteca que habían atesorado los frailes carmelitas y que había servido de fuente de educación y formación para los jóvenes de las familias más adineradas de la zona. Apenas 20 años después tuvo lugar, entre 1835 y 1837, la exclaustración general de los conventos con la expropiación forzosa y subasta pública de bienes y tierras que se consideraban en propiedad de “manos muertas”. Entre los cientos de edificios religiosos y conventos desamortizados en España se encontraba el de Calanda que fue abandonado por los religiosos y poco después incendiado y destruido parcialmente. Algunos retablos de la iglesia y sus campanas fueron trasladados a la iglesia del Pilar de la vecina villa de Calanda si bien ninguna de estas obras ha llegado a nuestros días. Poco después, en 1842, el convento y la finca circundante pasaron a manos privadas.
Descripción del convento
El proyecto de este complejo conventual incluía una gran iglesia de tres naves y cúpula sobre la capilla mayor (con criptas para el entierro de frailes), hospedería, celdas para religiosos, claustro, refectorio y librería, así como otras dependencias indispensables para la vida diaria: cocinas y despensas, fuentes, aljibes y balsas para riego, graneros, bodegas, trujales, carpintería, horno, pozo de nieve, huertos, etc. cuya estructuración se conserva todavía prácticamente intacta. La monumentalidad y regularidad de las construcciones de este convento dieron lugar a que fuera conocido en el siglo XVIII como el “Escorial aragonés”.
Hace unos años se descubrió casualmente en el Archivo Histórico de Protocolos de Alcañiz dos pergaminos (reutilizados como cubiertas de otros documentos) que formaban parte del proyecto de construcción de este gran convento. En uno de ellos se representa la planta del convento con el detalle de sus habitaciones y dependencias y, en otro, una sección de la iglesia y edificio anejo con una amplia explicación.
En 1846, a los pocos años de su abandono, el convento del Desierto de Calanda se describía en el famoso Diccionario Geográfico e Histórico de Pascual Madoz, del siguiente modo: “Distante a 1 ½ legua hacia el E., entre montes escabrosos (se encuentra) un convento de Carmelitas Descalzos, llamado comúnmente el Desierto, situado en la falda de la Sierra de La Ginebrosa, entre los ríos Guadalope y Mezquín; ocupa un sitio muy ameno y pintoresco, es un edificio que forma un perfecto cuadrado, grande y suntuoso, todo de piedra de cantería, a cuyo lado septentrional hay una plaza de 26 varas cuadradas; su iglesia, de una sola nave o crucero, tenía 8 altares, de los cuales se han trasladado 3 a la villa (Calanda) y se halla cerrada desde la extinción de los conventos, cerca de éste hay algunos corrales para ganados y caballerías y un huerto poblado de árboles frutales, y regado por las aguas de la fuente de Sta. Quiteria, que brota en las inmediaciones del mismo, el cual está en un barranco que forman las aguas de otras dos fuentes nacientes a ¼ de hora de distancia, y, que unidas, fertilizan y se consumen en un trozo de 3 ó 4 cahizadas de tierra, que eran propiedad del expresado convento”.
Según menciona S. Vidiella, el Convento del Desierto de Calanda llegó a tener: “24 monjes sacerdotes, 18 coristas, 9 legos, 5 donados, 2 escolanes, 2 pastores, 5 criados de labor y 1 guarda.”
Un futuro esperanzador
El convento del Desierto de Calanda, declarado como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés desde 2003, ha sufrido un progresivo e imparable deterioro desde su definitivo abandono hace ahora casi 200 años.
En los últimos tiempos el singular paraje en el que se emplaza parece animar a muchos de los visitantes que llegan hasta este recóndito lugar a dejar su huella vandálica sobre el edificio mediante todo tipo de grafiti y pintadas. El aspecto actual de la parte inferior de la fachada principal de la iglesia o el del antiguo refectorio o comedor de los monjes, en la planta baja del ala sur es, por este motivo, lamentable.
Al mismo tiempo, en los últimos años el edificio está comenzando a ser considerado como un lugar misterioso muy apropiado para todo tipo de fenómenos paranormales como apariciones de espíritus, calaveras, psicofonías, percepciones extrasensoriales, ovnis, etc. que tampoco favorecen la conservación de los inmuebles y su entorno. Así pues, dado su abandono, no es de extrañar que el magnífico conjunto del Convento del Desierto de Calanda se incluyera en el año 2008 en la lista roja del Patrimonio de la Asociación Hispania Nostra http://www.hispanianostra.org/lista-roja/monasterio-del-desierto
A pesar de todo ello, y gracias sobre todo a su ubicación en un paraje aislado, deshabitado y tradicionalmente mal comunicado, sorprende todavía el estado de conservación del conjunto y el hecho de que sus enormes edificios y dependencias no hayan sido totalmente demolidos o desmantelados para utilizar sus ruinas como material de construcción. Es también especialmente interesante la conservación de la parcelación y distribución original de las estructuras agropecuarias y religiosas del entorno del Convento, con la fuente de Sta. Quiteria, la balsa de riego, las huertas, el pozo de nieve (para el que hemos solicitado su integración en el listado de neveras BIC de Aragón), los corrales de ganado, las ermitas y peirones, etc. que apenas han sufrido ninguna alteración desde el siglo XVIII. Esta configuración original del convento y su entorno, extraordinariamente bien conservada, debería ser objeto de un programa de recuperación integral evitando cualquier tipo de transformación pues se trata de un ejemplo preservado de organización conventual posiblemente único en Aragón.
En las últimas décadas han existido algunos intentos de recuperación del enorme conjunto para usos culturales, artísticos y creativos que no llegaron a cuajar. En 2003 el convento y su finca circundante fueron comprados por una sociedad agrícola privada con sede en Caspe que poco después volvió a ponerlo a la venta a través de una inmobiliaria que llegó a anunciarlo en la prensa sin ninguna respuesta por parte de las distintas administraciones públicas. Se llegó a argumentar en ese momento que “sólo la piedra de sillería vale muchísimo dinero” lo que manifestaba claramente el nulo interés de protección por parte de sus propietarios al mismo tiempo que se sugería el derribo de los edificios y la utilización de los escombros como simple cantera de material de construcción.
Afortunadamente, la actual corporación del Ayuntamiento de Calanda, tras una larga negociación con los propietarios, ha acordado la compra de la finca y el convento por 93.000 euros, lo que implica que el magnífico conjunto conventual pasará por primera vez en su historia a manos públicas. Sin duda, queda por delante un enorme trabajo e inversión que se prolongará durante décadas, pero el primer y fundamental paso para el inicio de la recuperación del Convento del Desierto ya se ha dado. Como primera intervención el ayuntamiento de Calanda ha propuesto el vallado del recinto para impedir el acceso incontrolado al mismo. A esta actuación debería seguir el inicio de los trabajos de limpieza y consolidación de estructuras para evitar el deterioro progresivo de los edificios así como la redacción de un Plan Director que programe y planifique el largo número de actuaciones necesarias para la recuperación del conjunto en los próximos años. La puesta en marcha de Talleres de Empleo, Escuelas Taller o Campos de Trabajo para acometer las obras más sencillas y la solicitud de declaración de BIC para el conjunto (que, de conseguirse, facilitaría en gran medida la obtención de importantes ayudas desde la administración central) son otros de los pasos iniciales para comenzar la larga recuperación de uno de los conjuntos conventuales del barroco más importantes de Aragón.■
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