Miguel Ángel Gracia Santos, Técnico del Parlamento Europeo en Bruselas, en el pueblo abandonado del Mas del Labrador. Foto: Héctor Gracia. |
Su libro ‘Viaje a Términus’ predice el porvenir de la provincia contextualizado entre los cambios y avances del mundo en los próximos 20 años. Por Ramón Mur -periodista-
Miguel Ángel Gracia Santos es asesor del Grupo Izquierda Unitaria Europea en el Parlamento de la UE que despliega su actividad entre Bruselas y Estrasburgo. Fue 12 años concejal del Ayuntamiento de Alcañiz después de haber trabajado para el Leader del Maestrazgo con sede en Molinos. No nació en Teruel pero vivió 20 años en la provincia, 17 de ellos en Alcañiz y hoy puede decirse que en es un experto en el desarrollo y progreso de zonas rurales, de lo más ‘local’ contextualizado en los avances que se están dando en Europa y en todo el mundo. Licenciado en Filosofía y Letras, rama de Geografía e Historia, Miguel Ángel Gracia contempla el problema de la despoblación en España desde la perspectiva de una formación con amplitud de miras.
Y así es como ha escrito su libro ‘Viaje a Términus’, hacia el porvenir de la provincia de Teruel en los próximos veinte años. Gracia no coincide con quienes opinan que pinta un cuadro demasiado negro y fatalista. Al contrario, el ex concejal de Alcañiz afirma convencido, en esta entrevista, que “pinto un territorio que atrae a gente joven y con talento, que vende productos y servicios de alto valor añadido, explotando los recursos de manera responsable. Creo que el error es el contrario: el seguir persiguiendo la quimera de un territorio lleno de gente, que no va a pasar, no hace falta. Eso sí que genera fatalismo, desaliento, tristeza continua. Lo que hace falta es que la gente que viva, aunque sea poca, viva bien y sea feliz”.
¿Por qué el libro que detalla su vaticinio sobre el porvenir inmediato de la provincia de Teruel se titula ‘Viaje a Términus’?
Esto se explica al principio del libro: está inspirado en la trilogía "Fundación", de Isaac Asimov. Términus es el nombre de un planeta alejado del centro de la galaxia (como podría ser Teruel) y con pocos recursos (cosa que no sucede en Teruel). Allí se trasladan una serie de científicos para poner en marcha una Fundación que acabará dominando la Galaxia gracias a sus capacidades tecnológicas. Esta idea de cómo un lugar lejano y con pocos recursos puede convertirse en hegemónico, gracias a la tecnología y el conocimiento, me sirvió de inspiración para proponer un modelo de desarrollo más basado en el talento y menos en el ladrillo y el hormigón, en el porcino intensivo, o en machacar nuestro medio ambiente.
De verdad, ¿usted acaba de creerse que en un plazo tan breve como es el de 20 años, que no son nada, se cumplirán todas las previsiones de su libro?
Yo no tengo una bola de cristal, pero 2040 es un año de referencia. Es el año que ha planteado la Comisión Europea para elaborar su "Visión a largo plazo para las zonas rurales". Muchos de los desarrollos tecnológicos que nombro en el libro ya existen hoy en día (la impresión 3D, la biomasa para uso térmico, el Internet de las Cosas...), lo que suele ir por detrás es el marco legal, la aceptación social… los factores humanos, en definitiva. Sin embargo, hemos visto cómo una fenómeno disruptivo como la pandemia del covid, ha tenido un efecto catalizador para el desarrollo del teletrabajo, de la educación online, de los servicios a distancia, en definitiva. Es un ejemplo.
Usted se muestra nada autocomplaciente. ¿Cree que en provincias tan despobladas como la de Teruel ocurre todo lo contrario: que los pocos que quedan en los pueblos se refugian en una falsa autocomplacencia que utilizan como escudo de autodefensa? Creo que el término no es "auto-complaciente", y se requiere un análisis más profundo. Mi libro muestra un futuro esperanzador en muchos aspectos: una provincia que es capaz de acoger talento, que basa su desarrollo económico en el conocimiento al servicio de las propias necesidades del territorio, que recupera la paz con su medio natural, donde la gente vive bien… Lo que no es, es un relato iluso. Las propuestas o proyectos de intervención pública no surgen sobre un folio blanco, sino que se superponen a dinámicas (unas internas del territorio, otras externas) que son negativas, y que no pueden revertir. No podemos pretender resolverlo todo.
Sobre lo que dices, de la falsa autocomplacencia, de la autodefensa, yo he escrito mucho -no en mi libro, pero sí en mi blog-, sobre el victimismo, como discurso que permite situar la culpa de los problemas fuera del territorio (la culpa la tiene "Zaragoza", "Madrid", "Bruselas"). Y ese discurso es el que articula sobre todo la clase dominante, la gente del territorio a la que ya le viene bien la actual situación.
¿Es su libro la descripción del porvenir de Teruel, contextualizado en los cambios de todo tipo que se van a producir en el mundo entero durante las dos próximas décadas?
En cierto modo, sí. He tenido ocasión de leer bastantes informes de prospectiva, de estudios de tendencias mundiales, que nos van a afectar a todos, también a Teruel. A veces, parece que las cosas solo vayan a pasar en Nueva York, en Madrid o en cualquier gran ciudad. Esa idea forma parte del triunfo del imaginario urbano. Pero el futuro (sus oportunidades y sus amenazas) también va a llegar a las zonas rurales despobladas. Y creo que "visionar" dicho futuro ayuda a construirlo.
Según su libro, para asentar población en la España vacía o vaciada hacen falta tres elementos imprescindibles: trabajo, servicios y un sentido de la vida en comunidad. Yo entiendo que el más difícil de conseguir en un pueblo pequeño es el tercero. ¿Está usted de acuerdo?
Creo que es un factor que se descuida. Trabajo, no falta tanto, para la gente que hay. Servicios, no estoy tan seguro de que en una gran ciudad se presten mejor. En todo caso, pueden implementarse políticas y poner dinero para generar trabajo o servicios. Sin embargo, vemos que, muchas veces, la gente se marcha aunque haya las dos cosas. ¿Por qué? Porque no encuentra su sitio, porque muchas comunidades se rompieron durante los años 50 y 60, cuando el vaciado traumático de los pueblos, y ya no se han recuperado...Es lo más difícil de construir, no lo niego, y no tengo recetas para ello…
Los regeneracionistas de hace cien años eran bastante fatalistas ante el porvenir de los pueblos pequeños. ¿Ocurre algo parecido hoy?
Los regeneracionistas lloraban por una revolución industrial y por una reforma agraria que no se había realizado. El discurso reivindicativo dominante en torno a la "España vaciada" sigue anclado, de hecho, en las mismas coordenadas decimonónicas, ignorando los cambios que se han producido en el globo, y añorando un modelo de desarrollo imposible de alcanzar y que supuestamente vaya a llenar los pueblos. Algo que no va a pasar y, en esos casos, como decía Ortega y Gasset: "El esfuerzo inútil conduce a la melancolía".
¿La torre de la central de Andorra, ya cerrada, tendrá un ascensor turístico hacia el cielo, como usted apunta, o acabará destruida por la piqueta?
No me cabe duda que va a acabar destruida por la piqueta. Una pena. La central constituye un potentísimo recurso didáctico, un museo vivo sobre la generación de energía y sobre la ciencia. Y un recurso que ya está hecho. Luego nos lamentaremos (como pasó con la central de Aliaga), y se querrán gastar millones en construir un museo mastodóntico, para crear un "atractivo turístico", mientras nos hemos gastado dinero en cargarnos el que podía haber sido. Pero el cortoplacismo nos puede.
¿Andorra va a ver reducida su población a la mitad en los próximos años?
No sé si a la mitad, pero si la transición se limita a tirar abajo la central, y construir unos cuantos parques eólicos y fotovoltaicos que funcionan prácticamente solos, poco trabajo va a quedar, para mantener a la población.
¿Lo de la ‘transición justa’ ha sido una milonga de partidos, gobiernos y sindicatos?
El concepto viene de la Unión Europea, poniendo, para variar, mucho dinero para aliviar a los damnificados de una decisión ya tomada, y por otra parte ineludible, que es la de dejar de quemar carbón para afrontar un cambio climático que puede acabar matándonos a todos. Pero no es nuevo, llevamos años con los planes MINER, yo empecé a trabajar hace más de veinte años. Ha habido dinero, pero también errores graves, una gobernanza poco transparente de los fondos, una apuesta por las empresas vinculadas a la construcción, que luego se vinieron abajo cuando pinchó la burbuja inmobiliaria… todos lo han intentado, todos han metido la pata, todos han utilizado los planes como arma arrojadiza contra el otro…
Si la progresiva robotización de la producción va a precisar de menos mano de obra, ¿a qué se debe que un empresario viva en Valencia cuando su factoría industrial funciona en un pueblo turolense?
Bueno, eso ya sucede hoy en día: hay más de un empresario jamonero valenciano que tiene el secadero en Teruel, y la residencia y la razón social en Valencia. En el caso del libro lo explico, por un tema de costes de transporte de la materia prima. Sin embargo, en el libro me empiezo a plantear -no las concluyo- reflexiones sobre la propia naturaleza del concepto de trabajo, en un mundo donde los robots y la inteligencia artificial van a hacer cada vez más cosas. Esto no me lo planteo solo yo: los sindicatos, las Universidades, las empresas, están dándole vueltas a esto, porque supone cambiar el concepto de trabajo y las relaciones laborales tal como las conocemos hoy en día, sin que esté muy claro cuál es el nuevo modelo que va a alumbrar. Y claro, puede cambiar un modelo de "repoblación", cuando resulta que el trabajo, en sí mismo, puede no implicar residencia en el territorio…
Un pronóstico suyo muy llamativo es que la provincia de Teruel, creada en 1833, se dividirá en dos distritos, el de Teruel y el del Bajo Aragón. ¿Debido a qué?
No lo sé. No es el caso concreto de este viejo antagonismo Teruel-Bajo Aragón. En mi libro, lo propongo como un ejemplo de una cuestión a la que le suelo dar vueltas, que es la necesidad de evolución de las estructuras administrativas y de gestión. En el caso español, tienden a esclerotizarse. Es lo que dices: con todo lo que ha cambiado España y el mundo, y seguimos teniendo la misma división territorial de hace casi 200 años. ¿Es ésa la división territorial y la distribución de tareas que mejor puede atender las necesidades de la sociedad actual? Yo lo dudo mucho. Lo hemos visto con el Covid, que se ha empleado la provincia como ámbito de referencia, llevando a confinamientos y situaciones esperpénticas: desde Zaragoza, podías irte hasta Fayón o Fabara, pero no a Alcañiz. Es verdad que los departamentos franceses, por ejemplo, vienen de la Revolución, pero, a su vez, los franceses están constantemente experimentando con diversas plantas territoriales, probando, y si no funcionan, las cambian por otras. Claro que, para eso, es imprescindible una adecuada evaluación de políticas públicas, y eso es algo también pendiente en España.
¿Pero, de verdad, que en 2040 volarán los coches? ¿No será que usted lo pronostica para criticar, una vez más, los desembolsos públicos en proyectos faraónicos como autovías u otras grandes infraestructuras, que usted no considera necesarias ni urgentes para esta tierra?
Estaba previsto que un coche volador encendiera la llama olímpica en la inauguración de los Juegos de Tokyo de este año. Tal vez lo veamos el año que viene. El desarrollo tecnológico está ahí. Se popularizará, o no, dependiendo de muchos factores, también de factores legales o jurídicos (la ordenación del "tráfico aéreo", digamos), o de las presiones de unos u otros. Sobre lo que dices de las grandes infraestructuras, yo lo he escrito y defendido muchas veces, y además, creo que los hechos me dan la razón: el Jiloca está atravesado por una autovía, y clama por un desarrollo que no llega; se puede ir de Madrid a Soria por autovía, y en Soria lloran por ese desarrollo; a su vez, yo he trabajado siete años en exportación con empresas de la provincia de Teruel, y el hecho de no contar con autovía no fue nunca un factor limitante de nuestra competitividad. La cuestión no está en gastar cientos de millones de euros en construir autovías por las que no va nadie.
A los pueblos medio vacíos, llegan trabajadores inmigrantes, faltos de trabajo y muy necesitados en todos los sentidos. ¿Pero no cree que están empezando a llegar profesionales cualificados, incluso de otros países europeos, que quieren ser de pueblo, de verdad, después de establecerse en él y al poder teletrabajar para su empresa?
Habrá que dar tiempo. Sobre esto, he reflexionado también últimamente. No es tanto que surjan nuevas oportunidades de empleo en el medio rural, sino que una parte (pequeña) de los empleos del medio urbano son susceptibles de realizarse desde el pueblo. Eso puede favorecer un círculo virtuoso, ya que el aumento de trabajadores (la llamada “función básica” de una localidad) permite el desarrollo de una dotación de servicios alrededor (educativos, sanitarios, comerciales, etc).
Ahora bien, no hablamos de crear ex-novo empleos en el medio rural, sino más bien de trasladar puestos de trabajo existentes en las ciudades, una suerte de “deslocalización” digital. Y como todas las deslocalizaciones, sujeta al albur de muchas decisiones empresariales. Es posible (también me lo apuntan algunos amigos) que, tan pronto se resuelva lo del Covid (por la vía de una vacuna o de una cura), no solamente los empresarios quieran volver a tener a sus trabajadores “bajo techo y controlados” sino que estos últimos acepten de mil amores, cansados de confinamiento, de estar en una casa que no siempre es un refugio, o sin poder compartir la vida social del puesto de trabajo presencial.
Usted fue 12 años concejal del Ayuntamiento de Alcañiz y en el libro demuestra conocer bien la provincia de Teruel, aunque no nació aquí. ¿Cree que esta circunstancia le ayuda a ver el porvenir de esta tierra desde cierta distancia, que le permite juzgar con imparcialidad y sin caer en la autocomplacencia?
Yo siempre lo digo: nací y me crié en Zaragoza, mis antecedentes familiares están en Huesca, y he vivido veinte años en la provincia de Teruel. He trabajado con proyectos europeos, me he dedicado a la exportación y he visto algo de mundo. Todo ello ayuda, sí, a tomar la necesaria distancia, y sobre todo a contextualizar y relativizar, pero siempre con cariño. El tiempo también ayuda, uno va teniendo una edad, y esa edad se convierte en la "atalaya de la vida humana" que decía el Guzmán de Alfarache.
Su libro trata solo por encima la pandemia universal de 2020 porque, como advierte al menos en dos ocasiones, ya tenía cerradas sus páginas cuando apareció el coronavirus. ¿En qué aspectos se acelerarán los cambios pronosticados en ‘Términus’ como consecuencia de la pandemia universal 2020?
Te lo he comentado antes. Creo que todo lo relacionado con la ruptura del mito del presentismo, de que todo tenga que ser presencial. El trabajo, la educación a distancia, la atención sanitaria a distancia y monitorizada, son factores que se están acelerando. Tal vez, también (eso ya lo veremos) una nueva valorización de las zonas rurales, como lugares resilientes y gratos para vivir.
Usted empezó a escribir este ensayo en 2017, ya en su puesto de trabajo como técnico del Parlamento Europeo. ¿Qué le movió a hacerlo estando ya tan alejado del Bajo Aragón?
Bruselas, y concretamente las instituciones europeas, son también una atalaya. Permiten ver muchas cosas, muchas perspectivas, muchas realidades, y también acceder a informes de prospectiva, a análisis de largo plazo… digamos que permite ampliar el foco, tanto en el espacio, como en los temas, como en el tiempo. Todo ello alimentó el blog que ya venía realizando, y de ahí surgió la idea del libro, como medio para divulgar pensamientos y reflexiones que no me cabían en el blog. Pero empecé a escribirlo sin tener muy claro adónde me llevaría y menos aún si lo publicaría.
¿Teme que los lectores de este libro, incluso entre sus más allegados, se sientan un tanto deprimidos por considerar que pinta un cuadro excesivamente negro?
Lo he dicho con anterioridad. Para nada pinto un cuadro negro. Pinto un territorio que atrae a gente joven y con talento, que vende productos y servicios de alto valor añadido, explotando los recursos de manera responsable. Creo que el error es el contrario: el seguir persiguiendo la quimera de un territorio lleno de gente, que no va a pasar, no hace falta. Eso sí que genera fatalismo, desaliento, tristeza continua. Lo que hace falta es que la gente que viva, aunque sea poca, viva bien y sea feliz.
Si tuviera que volver a empezar en el Bajo Aragón, ¿qué haría y cómo?
Pfff...pregunta difícil, será aquello de "consejos vendo y para mí no tengo". No lo tengo muy claro. Yo soy un generalista, es decir, uno de ésos que sabe un poco de todo, y de nada en concreto. Y eso tiene mala salida en cualquier mercado de trabajo, en Alcañiz o en Bruselas... Tal vez, de nuevo, la exportación, o retomar lo que dejé, la consultoría de proyectos europeos, si era capaz de darle otro enfoque…
Usted ya ve crecer la maleza en Motorland desde el momento en que se cierre el grifo del dinero público. ¿Y si yo le digo que en 2040 habrá en El Regallo, en dirección Andorra, una multinacional del automóvil con más de 2000 puestos de trabajo? Como consecuencia, la población no solo no habrá disminuido sino que habrá crecido tanto como para que Alcañiz sea una ciudad con 70.000 habitantes. Por favor, no me conteste simplemente que de ilusión también se vive.
Siempre he considerado Motorland un gran error, desde todos los puntos de vista. Lo he dicho, lo he escrito, lo he defendido públicamente y políticamente, incluso con más contundencia que otros compañeros míos de siglas políticas. Y la distancia y el tiempo, y la evolución de las cosas, no hacen sino reafirmarme en esta opinión. Por lo mismo, creo que plantear lo que dices es no entender en qué basa sus decisiones una multinacional, o no darse cuenta de que las industrias automovilísticas llevan años reduciendo puestos de trabajo en España; que Nissan en Barcelona ha cerrado, que Renault en Palencia también va a cerrar... No hay en el Bajo Aragón un solo factor de producción cuya oferta pueda resultar atractiva para una multinacional del automóvil. Así que lamento decirte que sí, que es una ilusión. Me parece mucho más interesante apoyar veinte empresas locales de cuarenta trabajadores cada una, que confiarlo todo a grandes multinacionales, que no van a llegar y al final construyen un modelo con pies de barro.
Otra cosa podría ser (podría) una empresa de componentes, como Ronal Ibérica en Teruel o Casting Ros en Utrillas. Eso sería más realista. Pero, para atraer eso, no hace falta gastarse más de cien millones de euros de dinero público en un circuito de carreras.
Finalmente, no sé para qué queremos que Alcañiz tenga 70.000 habitantes, con los problemas que ello también conlleva. Entre 15 y 20.000 habitantes, es un umbral estupendo para vivir bien y con servicios. Yo vivo en Bruselas, y muy a menudo, cuando he de perder tiempo en desplazamientos, hacer cola para muchas cosas, echo de menos Alcañiz, con tantos servicios y todo tan a mano.
Ah, por cierto, como resultado también del establecimiento de la gran multinacional en la estepa bajoaragonesa, crecerá el turismo, la comercialización del aceite y del melocotón de Calanda será un éxito. Y para qué hablar de Motorland, abierto ya el circuito a la F1, la Semana Santa será más estruendosa que nunca, etcétera. Esta tierra sin población, hace mucho ruido. Mas poblada, se hará notar como nunca en su historia, ¿no cree?
Bueno...no sé si la Opel en Zaragoza o la Citroën en Vigo han contribuido nunca a aumentar el turismo..., me temo que no. Creo que el aceite o el melocotón no necesitan ninguna multinacional de automóvil para lanzarse a los mercados exteriores; de hecho, yo he comprado nectarinas de Caspe en Bruselas, por ejemplo. Hay cierta tendencia a usar expresiones como "hacer mucho ruido", "moler gordo"... que a mí no me gustan, y sirven para justificar más bien políticas de escaparate de alto coste y que no llevan a ningún lado. Me parecen más interesantes proyectos innovadores y competitivos, basados en el talento local, y llevados con mucha más discreción, como me consta que están haciendo ya empresas bajoaragonesas. Empresas que firman acuerdos con la Universidad para innovar, que buscan y obtienen por su cuenta dinero de fondos europeos para investigación... Es menos ruido, sí, pero más nueces.■
Y así es como ha escrito su libro ‘Viaje a Términus’, hacia el porvenir de la provincia de Teruel en los próximos veinte años. Gracia no coincide con quienes opinan que pinta un cuadro demasiado negro y fatalista. Al contrario, el ex concejal de Alcañiz afirma convencido, en esta entrevista, que “pinto un territorio que atrae a gente joven y con talento, que vende productos y servicios de alto valor añadido, explotando los recursos de manera responsable. Creo que el error es el contrario: el seguir persiguiendo la quimera de un territorio lleno de gente, que no va a pasar, no hace falta. Eso sí que genera fatalismo, desaliento, tristeza continua. Lo que hace falta es que la gente que viva, aunque sea poca, viva bien y sea feliz”.
¿Por qué el libro que detalla su vaticinio sobre el porvenir inmediato de la provincia de Teruel se titula ‘Viaje a Términus’?
Esto se explica al principio del libro: está inspirado en la trilogía "Fundación", de Isaac Asimov. Términus es el nombre de un planeta alejado del centro de la galaxia (como podría ser Teruel) y con pocos recursos (cosa que no sucede en Teruel). Allí se trasladan una serie de científicos para poner en marcha una Fundación que acabará dominando la Galaxia gracias a sus capacidades tecnológicas. Esta idea de cómo un lugar lejano y con pocos recursos puede convertirse en hegemónico, gracias a la tecnología y el conocimiento, me sirvió de inspiración para proponer un modelo de desarrollo más basado en el talento y menos en el ladrillo y el hormigón, en el porcino intensivo, o en machacar nuestro medio ambiente.
De verdad, ¿usted acaba de creerse que en un plazo tan breve como es el de 20 años, que no son nada, se cumplirán todas las previsiones de su libro?
Yo no tengo una bola de cristal, pero 2040 es un año de referencia. Es el año que ha planteado la Comisión Europea para elaborar su "Visión a largo plazo para las zonas rurales". Muchos de los desarrollos tecnológicos que nombro en el libro ya existen hoy en día (la impresión 3D, la biomasa para uso térmico, el Internet de las Cosas...), lo que suele ir por detrás es el marco legal, la aceptación social… los factores humanos, en definitiva. Sin embargo, hemos visto cómo una fenómeno disruptivo como la pandemia del covid, ha tenido un efecto catalizador para el desarrollo del teletrabajo, de la educación online, de los servicios a distancia, en definitiva. Es un ejemplo.
Usted se muestra nada autocomplaciente. ¿Cree que en provincias tan despobladas como la de Teruel ocurre todo lo contrario: que los pocos que quedan en los pueblos se refugian en una falsa autocomplacencia que utilizan como escudo de autodefensa? Creo que el término no es "auto-complaciente", y se requiere un análisis más profundo. Mi libro muestra un futuro esperanzador en muchos aspectos: una provincia que es capaz de acoger talento, que basa su desarrollo económico en el conocimiento al servicio de las propias necesidades del territorio, que recupera la paz con su medio natural, donde la gente vive bien… Lo que no es, es un relato iluso. Las propuestas o proyectos de intervención pública no surgen sobre un folio blanco, sino que se superponen a dinámicas (unas internas del territorio, otras externas) que son negativas, y que no pueden revertir. No podemos pretender resolverlo todo.
Sobre lo que dices, de la falsa autocomplacencia, de la autodefensa, yo he escrito mucho -no en mi libro, pero sí en mi blog-, sobre el victimismo, como discurso que permite situar la culpa de los problemas fuera del territorio (la culpa la tiene "Zaragoza", "Madrid", "Bruselas"). Y ese discurso es el que articula sobre todo la clase dominante, la gente del territorio a la que ya le viene bien la actual situación.
¿Es su libro la descripción del porvenir de Teruel, contextualizado en los cambios de todo tipo que se van a producir en el mundo entero durante las dos próximas décadas?
En cierto modo, sí. He tenido ocasión de leer bastantes informes de prospectiva, de estudios de tendencias mundiales, que nos van a afectar a todos, también a Teruel. A veces, parece que las cosas solo vayan a pasar en Nueva York, en Madrid o en cualquier gran ciudad. Esa idea forma parte del triunfo del imaginario urbano. Pero el futuro (sus oportunidades y sus amenazas) también va a llegar a las zonas rurales despobladas. Y creo que "visionar" dicho futuro ayuda a construirlo.
Según su libro, para asentar población en la España vacía o vaciada hacen falta tres elementos imprescindibles: trabajo, servicios y un sentido de la vida en comunidad. Yo entiendo que el más difícil de conseguir en un pueblo pequeño es el tercero. ¿Está usted de acuerdo?
Creo que es un factor que se descuida. Trabajo, no falta tanto, para la gente que hay. Servicios, no estoy tan seguro de que en una gran ciudad se presten mejor. En todo caso, pueden implementarse políticas y poner dinero para generar trabajo o servicios. Sin embargo, vemos que, muchas veces, la gente se marcha aunque haya las dos cosas. ¿Por qué? Porque no encuentra su sitio, porque muchas comunidades se rompieron durante los años 50 y 60, cuando el vaciado traumático de los pueblos, y ya no se han recuperado...Es lo más difícil de construir, no lo niego, y no tengo recetas para ello…
Los regeneracionistas de hace cien años eran bastante fatalistas ante el porvenir de los pueblos pequeños. ¿Ocurre algo parecido hoy?
Los regeneracionistas lloraban por una revolución industrial y por una reforma agraria que no se había realizado. El discurso reivindicativo dominante en torno a la "España vaciada" sigue anclado, de hecho, en las mismas coordenadas decimonónicas, ignorando los cambios que se han producido en el globo, y añorando un modelo de desarrollo imposible de alcanzar y que supuestamente vaya a llenar los pueblos. Algo que no va a pasar y, en esos casos, como decía Ortega y Gasset: "El esfuerzo inútil conduce a la melancolía".
¿La torre de la central de Andorra, ya cerrada, tendrá un ascensor turístico hacia el cielo, como usted apunta, o acabará destruida por la piqueta?
No me cabe duda que va a acabar destruida por la piqueta. Una pena. La central constituye un potentísimo recurso didáctico, un museo vivo sobre la generación de energía y sobre la ciencia. Y un recurso que ya está hecho. Luego nos lamentaremos (como pasó con la central de Aliaga), y se querrán gastar millones en construir un museo mastodóntico, para crear un "atractivo turístico", mientras nos hemos gastado dinero en cargarnos el que podía haber sido. Pero el cortoplacismo nos puede.
¿Andorra va a ver reducida su población a la mitad en los próximos años?
No sé si a la mitad, pero si la transición se limita a tirar abajo la central, y construir unos cuantos parques eólicos y fotovoltaicos que funcionan prácticamente solos, poco trabajo va a quedar, para mantener a la población.
¿Lo de la ‘transición justa’ ha sido una milonga de partidos, gobiernos y sindicatos?
El concepto viene de la Unión Europea, poniendo, para variar, mucho dinero para aliviar a los damnificados de una decisión ya tomada, y por otra parte ineludible, que es la de dejar de quemar carbón para afrontar un cambio climático que puede acabar matándonos a todos. Pero no es nuevo, llevamos años con los planes MINER, yo empecé a trabajar hace más de veinte años. Ha habido dinero, pero también errores graves, una gobernanza poco transparente de los fondos, una apuesta por las empresas vinculadas a la construcción, que luego se vinieron abajo cuando pinchó la burbuja inmobiliaria… todos lo han intentado, todos han metido la pata, todos han utilizado los planes como arma arrojadiza contra el otro…
Si la progresiva robotización de la producción va a precisar de menos mano de obra, ¿a qué se debe que un empresario viva en Valencia cuando su factoría industrial funciona en un pueblo turolense?
Bueno, eso ya sucede hoy en día: hay más de un empresario jamonero valenciano que tiene el secadero en Teruel, y la residencia y la razón social en Valencia. En el caso del libro lo explico, por un tema de costes de transporte de la materia prima. Sin embargo, en el libro me empiezo a plantear -no las concluyo- reflexiones sobre la propia naturaleza del concepto de trabajo, en un mundo donde los robots y la inteligencia artificial van a hacer cada vez más cosas. Esto no me lo planteo solo yo: los sindicatos, las Universidades, las empresas, están dándole vueltas a esto, porque supone cambiar el concepto de trabajo y las relaciones laborales tal como las conocemos hoy en día, sin que esté muy claro cuál es el nuevo modelo que va a alumbrar. Y claro, puede cambiar un modelo de "repoblación", cuando resulta que el trabajo, en sí mismo, puede no implicar residencia en el territorio…
Un pronóstico suyo muy llamativo es que la provincia de Teruel, creada en 1833, se dividirá en dos distritos, el de Teruel y el del Bajo Aragón. ¿Debido a qué?
No lo sé. No es el caso concreto de este viejo antagonismo Teruel-Bajo Aragón. En mi libro, lo propongo como un ejemplo de una cuestión a la que le suelo dar vueltas, que es la necesidad de evolución de las estructuras administrativas y de gestión. En el caso español, tienden a esclerotizarse. Es lo que dices: con todo lo que ha cambiado España y el mundo, y seguimos teniendo la misma división territorial de hace casi 200 años. ¿Es ésa la división territorial y la distribución de tareas que mejor puede atender las necesidades de la sociedad actual? Yo lo dudo mucho. Lo hemos visto con el Covid, que se ha empleado la provincia como ámbito de referencia, llevando a confinamientos y situaciones esperpénticas: desde Zaragoza, podías irte hasta Fayón o Fabara, pero no a Alcañiz. Es verdad que los departamentos franceses, por ejemplo, vienen de la Revolución, pero, a su vez, los franceses están constantemente experimentando con diversas plantas territoriales, probando, y si no funcionan, las cambian por otras. Claro que, para eso, es imprescindible una adecuada evaluación de políticas públicas, y eso es algo también pendiente en España.
¿Pero, de verdad, que en 2040 volarán los coches? ¿No será que usted lo pronostica para criticar, una vez más, los desembolsos públicos en proyectos faraónicos como autovías u otras grandes infraestructuras, que usted no considera necesarias ni urgentes para esta tierra?
Estaba previsto que un coche volador encendiera la llama olímpica en la inauguración de los Juegos de Tokyo de este año. Tal vez lo veamos el año que viene. El desarrollo tecnológico está ahí. Se popularizará, o no, dependiendo de muchos factores, también de factores legales o jurídicos (la ordenación del "tráfico aéreo", digamos), o de las presiones de unos u otros. Sobre lo que dices de las grandes infraestructuras, yo lo he escrito y defendido muchas veces, y además, creo que los hechos me dan la razón: el Jiloca está atravesado por una autovía, y clama por un desarrollo que no llega; se puede ir de Madrid a Soria por autovía, y en Soria lloran por ese desarrollo; a su vez, yo he trabajado siete años en exportación con empresas de la provincia de Teruel, y el hecho de no contar con autovía no fue nunca un factor limitante de nuestra competitividad. La cuestión no está en gastar cientos de millones de euros en construir autovías por las que no va nadie.
A los pueblos medio vacíos, llegan trabajadores inmigrantes, faltos de trabajo y muy necesitados en todos los sentidos. ¿Pero no cree que están empezando a llegar profesionales cualificados, incluso de otros países europeos, que quieren ser de pueblo, de verdad, después de establecerse en él y al poder teletrabajar para su empresa?
Habrá que dar tiempo. Sobre esto, he reflexionado también últimamente. No es tanto que surjan nuevas oportunidades de empleo en el medio rural, sino que una parte (pequeña) de los empleos del medio urbano son susceptibles de realizarse desde el pueblo. Eso puede favorecer un círculo virtuoso, ya que el aumento de trabajadores (la llamada “función básica” de una localidad) permite el desarrollo de una dotación de servicios alrededor (educativos, sanitarios, comerciales, etc).
Ahora bien, no hablamos de crear ex-novo empleos en el medio rural, sino más bien de trasladar puestos de trabajo existentes en las ciudades, una suerte de “deslocalización” digital. Y como todas las deslocalizaciones, sujeta al albur de muchas decisiones empresariales. Es posible (también me lo apuntan algunos amigos) que, tan pronto se resuelva lo del Covid (por la vía de una vacuna o de una cura), no solamente los empresarios quieran volver a tener a sus trabajadores “bajo techo y controlados” sino que estos últimos acepten de mil amores, cansados de confinamiento, de estar en una casa que no siempre es un refugio, o sin poder compartir la vida social del puesto de trabajo presencial.
Usted fue 12 años concejal del Ayuntamiento de Alcañiz y en el libro demuestra conocer bien la provincia de Teruel, aunque no nació aquí. ¿Cree que esta circunstancia le ayuda a ver el porvenir de esta tierra desde cierta distancia, que le permite juzgar con imparcialidad y sin caer en la autocomplacencia?
Yo siempre lo digo: nací y me crié en Zaragoza, mis antecedentes familiares están en Huesca, y he vivido veinte años en la provincia de Teruel. He trabajado con proyectos europeos, me he dedicado a la exportación y he visto algo de mundo. Todo ello ayuda, sí, a tomar la necesaria distancia, y sobre todo a contextualizar y relativizar, pero siempre con cariño. El tiempo también ayuda, uno va teniendo una edad, y esa edad se convierte en la "atalaya de la vida humana" que decía el Guzmán de Alfarache.
Su libro trata solo por encima la pandemia universal de 2020 porque, como advierte al menos en dos ocasiones, ya tenía cerradas sus páginas cuando apareció el coronavirus. ¿En qué aspectos se acelerarán los cambios pronosticados en ‘Términus’ como consecuencia de la pandemia universal 2020?
Te lo he comentado antes. Creo que todo lo relacionado con la ruptura del mito del presentismo, de que todo tenga que ser presencial. El trabajo, la educación a distancia, la atención sanitaria a distancia y monitorizada, son factores que se están acelerando. Tal vez, también (eso ya lo veremos) una nueva valorización de las zonas rurales, como lugares resilientes y gratos para vivir.
Usted empezó a escribir este ensayo en 2017, ya en su puesto de trabajo como técnico del Parlamento Europeo. ¿Qué le movió a hacerlo estando ya tan alejado del Bajo Aragón?
Bruselas, y concretamente las instituciones europeas, son también una atalaya. Permiten ver muchas cosas, muchas perspectivas, muchas realidades, y también acceder a informes de prospectiva, a análisis de largo plazo… digamos que permite ampliar el foco, tanto en el espacio, como en los temas, como en el tiempo. Todo ello alimentó el blog que ya venía realizando, y de ahí surgió la idea del libro, como medio para divulgar pensamientos y reflexiones que no me cabían en el blog. Pero empecé a escribirlo sin tener muy claro adónde me llevaría y menos aún si lo publicaría.
¿Teme que los lectores de este libro, incluso entre sus más allegados, se sientan un tanto deprimidos por considerar que pinta un cuadro excesivamente negro?
Lo he dicho con anterioridad. Para nada pinto un cuadro negro. Pinto un territorio que atrae a gente joven y con talento, que vende productos y servicios de alto valor añadido, explotando los recursos de manera responsable. Creo que el error es el contrario: el seguir persiguiendo la quimera de un territorio lleno de gente, que no va a pasar, no hace falta. Eso sí que genera fatalismo, desaliento, tristeza continua. Lo que hace falta es que la gente que viva, aunque sea poca, viva bien y sea feliz.
Si tuviera que volver a empezar en el Bajo Aragón, ¿qué haría y cómo?
Pfff...pregunta difícil, será aquello de "consejos vendo y para mí no tengo". No lo tengo muy claro. Yo soy un generalista, es decir, uno de ésos que sabe un poco de todo, y de nada en concreto. Y eso tiene mala salida en cualquier mercado de trabajo, en Alcañiz o en Bruselas... Tal vez, de nuevo, la exportación, o retomar lo que dejé, la consultoría de proyectos europeos, si era capaz de darle otro enfoque…
Usted ya ve crecer la maleza en Motorland desde el momento en que se cierre el grifo del dinero público. ¿Y si yo le digo que en 2040 habrá en El Regallo, en dirección Andorra, una multinacional del automóvil con más de 2000 puestos de trabajo? Como consecuencia, la población no solo no habrá disminuido sino que habrá crecido tanto como para que Alcañiz sea una ciudad con 70.000 habitantes. Por favor, no me conteste simplemente que de ilusión también se vive.
Siempre he considerado Motorland un gran error, desde todos los puntos de vista. Lo he dicho, lo he escrito, lo he defendido públicamente y políticamente, incluso con más contundencia que otros compañeros míos de siglas políticas. Y la distancia y el tiempo, y la evolución de las cosas, no hacen sino reafirmarme en esta opinión. Por lo mismo, creo que plantear lo que dices es no entender en qué basa sus decisiones una multinacional, o no darse cuenta de que las industrias automovilísticas llevan años reduciendo puestos de trabajo en España; que Nissan en Barcelona ha cerrado, que Renault en Palencia también va a cerrar... No hay en el Bajo Aragón un solo factor de producción cuya oferta pueda resultar atractiva para una multinacional del automóvil. Así que lamento decirte que sí, que es una ilusión. Me parece mucho más interesante apoyar veinte empresas locales de cuarenta trabajadores cada una, que confiarlo todo a grandes multinacionales, que no van a llegar y al final construyen un modelo con pies de barro.
Otra cosa podría ser (podría) una empresa de componentes, como Ronal Ibérica en Teruel o Casting Ros en Utrillas. Eso sería más realista. Pero, para atraer eso, no hace falta gastarse más de cien millones de euros de dinero público en un circuito de carreras.
Finalmente, no sé para qué queremos que Alcañiz tenga 70.000 habitantes, con los problemas que ello también conlleva. Entre 15 y 20.000 habitantes, es un umbral estupendo para vivir bien y con servicios. Yo vivo en Bruselas, y muy a menudo, cuando he de perder tiempo en desplazamientos, hacer cola para muchas cosas, echo de menos Alcañiz, con tantos servicios y todo tan a mano.
Ah, por cierto, como resultado también del establecimiento de la gran multinacional en la estepa bajoaragonesa, crecerá el turismo, la comercialización del aceite y del melocotón de Calanda será un éxito. Y para qué hablar de Motorland, abierto ya el circuito a la F1, la Semana Santa será más estruendosa que nunca, etcétera. Esta tierra sin población, hace mucho ruido. Mas poblada, se hará notar como nunca en su historia, ¿no cree?
Bueno...no sé si la Opel en Zaragoza o la Citroën en Vigo han contribuido nunca a aumentar el turismo..., me temo que no. Creo que el aceite o el melocotón no necesitan ninguna multinacional de automóvil para lanzarse a los mercados exteriores; de hecho, yo he comprado nectarinas de Caspe en Bruselas, por ejemplo. Hay cierta tendencia a usar expresiones como "hacer mucho ruido", "moler gordo"... que a mí no me gustan, y sirven para justificar más bien políticas de escaparate de alto coste y que no llevan a ningún lado. Me parecen más interesantes proyectos innovadores y competitivos, basados en el talento local, y llevados con mucha más discreción, como me consta que están haciendo ya empresas bajoaragonesas. Empresas que firman acuerdos con la Universidad para innovar, que buscan y obtienen por su cuenta dinero de fondos europeos para investigación... Es menos ruido, sí, pero más nueces.■
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