José Miguel Celma. Portavoz PP Bajo Aragón |
Vivimos un período en el que la crítica se ha convertido en un deporte generalizado.
Todos, sea cual sea su ideología, actividad profesional o lugar de residencia, manifiestan sus pareceres sobre cualquier asunto de actualidad. Y de esos, hoy en día, hay muchos, destacando los relacionados con la salud y con la pandemia mundial que tanto nos está afectando y variando nuestra vida anterior.
En lugar de procurar que las discusiones y los debates generen opiniones nuevas que mejoren a las iniciales, lo que esta situación está provocando es la reafirmación de nuestras convicciones, sin contemplar nunca una posibilidad de acuerdo por la cesión de ambas partes. La polarización parece que ha llegado para quedarse por mucho tiempo.
Buscamos métodos como la sobreexposición de aquello que nos interesa con el fin de que parezca lo ejemplar, lo genuino, lo que siempre hubiera tenido que ser. Se antepone lo psicológico a lo visceral, cuando considero que deben ir unidos.
También hay debates que de por sí ya parecen perdidos, porque la opinión más difundida en nuestros días parece establecer unos puntos de vista sobre los que no es posible disentir.
El siglo XXI nos deja por suerte, aunque a veces se desvanezca o no lo parezca, la mejor preparación intelectual que nunca ha tenido el conjunto de nuestra sociedad. Pero también, muy a nuestro pesar, las disputas de opinión más duras y enconadas. ¿Qué nos ha llevado a polarizarnos de esta manera cuando son más necesarios que nunca los puntos de encuentro?
Algún día llegaremos a entender que nadie tiene la hegemonía de la razón y nos daremos cuenta de que esta no es más que la suma de diversas opiniones, pensamientos y razonamientos que hacen posible el avance de la sociedad, alejando el estancamiento. Es posible que sea una divagación fruto de un pensamiento que recorre mi mente en estas semanas. Pero paren a pensarlo fríamente, tal vez lo vean como yo.■
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