José Miguel Celma. Portavoz PP-Bajo Aragón |
En los momentos complicados se suele comprobar en primera persona lo mejor de cada uno y también de nuestra sociedad. Basta con ver cómo se ha comportado la ciudadanía en los peores momentos de esta crisis sanitaria, con la gran ola de solidaridad y de ayuda a los más desfavorecidos y vulnerables ante el avance del maldito coronavirus.
También es precisamente en esos instantes en los que se se percibe con mucha mayor nitidez las carencias que tiene un territorio. En estos duros meses, el Bajo Aragón ha podido experimentar en primera persona lo que supone no disponer de un hospital con Unidad de Cuidados Intensivos y también la tan demandada A-68, que acortaría notablemente los tiempos necesarios para llegar a Zaragoza.
Después de muchos años, de cambio de proyecto y también de la forma de acometer la construcción del centro sanitario, la realidad es que hoy solo disponemos de unos cimientos. Que está paralizado y que estamos peor que hace ocho años porque las necesidades actuales distan mucho de las de hace solo unos meses.
Seguimos padeciendo un hospital obsoleto, antiguo y pequeño. Continuamos echando en falta una Unidad de Cuidados Intensivos que, con la pandemia, se hace imprescindible para mejorar la atención y para evitar desplazamientos de enfermos a otros hospitales, con el riesgo que eso conlleva y las molestias para sus familias. Siguen más presentes que nunca los contratiempos que suponen la falta de espacio, que solamente son paliados por la profesionalidad del conjunto de los sanitarios.
¿Dónde están hoy las protestas que se generaron por el modelo de construcción público-privado, a pesar de que el nuevo hospital garantizaba la atención sanitaria exclusivamente pública? No se les oye quejarse, no se concentran a la puerta del vetusto centro sanitario o en el solar de lo que algún día será el nuevo hospital, pero la situación es mucho peor. Pero claro, ahora los que tienen la responsabilidad de gobernar en Aragón son de aquellas formaciones que en aquellos años impulsaron esas movilizaciones.
Lo único palpable en el presente es que seguimos sin disponer del hospital del siglo XXI que necesitamos ahora más que nunca. Una muestra más del desprecio que el presidente de Aragón, Javier Lambán, evidencia día sí y día también con la provincia de Teruel.■
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