18 octubre 2020

#JoséAntonioSola - Contraproducente

José Antonio Sola. Economista

Significado: Que produce un efecto contrario al que conviene o se pretende.

En estos tiempos de cambio, de penurias, de futuros inciertos. ¿Es solo dinero lo que se necesita?

La alabada digitalización, nutrida con palabras que comienzan todas por el prefijo “tele” requiere gestión inteligente, racionalización, y mano firme.

Si ya era una costumbre social no admitida no devolver el saludo deberá incluirse entre las costumbres sociales no admitidas el equivalente “tele”

El equivalente es la ausencia de respuesta. La imposibilidad de una comunicación legítima.

Quiero hablar con… No está. (Alguna opción puede ser: “Le anoto la llamada y le aviso cuando esté”. O “le llama… dígame el motivo de su llamada…lo anoto…”)

Simplemente no está. (“Vuelva a llamar y le diré otra vez que no está…”)

“Además no recibe visitas por la pandemia”

En resumen: Incomunicación

Puede ser que el aludido necesite la información. Que su entidad o empresa espere que esté disponible para recibir o dar información.

Pero no está, ha encontrado en el “tele” un bosque espeso para esconderse.

Participamos en una videoconferencia de esas tan de moda. Vemos algunos que activan el video y los vemos. Otros no. Surge una pregunta al invisible. No responde. Está pero no está.

Una nueva regla social nueva puede ser no admitir en las videoconferencias al que no active el video.

¿Son importantes estas cosas?

El tele trabajador, o el simple “tele ciudadano”, es un ser muy dependiente.

Depende de una actitud colaborativa del otro lado. En el trabajo presencial se improvisa, en un momento se obtiene un documento y se presenta a la firma.

Si no es el definitivo se rompe y se firma otro. El teletrabajo requiere espera. Requiere que el otro ejecute acciones precisas. Que preste atención reforzada para la fluidez.

La irrupción de los trabajos a distancia y de los trámites también a distancia requiere de normas que no lo conviertan en contraproducente, que la intención de rapidez en ejecutar algo no se convierta, por la distancia y el método, en la imposibilidad de hacerlo.

Nuevas formas de actuar que requieren nuevas reglas sociales y mano firme.

Un directivo ausente, un alcalde o un concejal que no se comunican y evitan las respuestas, un funcionario al que no se puede acceder nunca, un servicio telefónico que después de una grabación robotizada indica que se llame más tarde, un departamento de garantías sin atención, una compañía de seguros ajena a los problemas, la entidad bancaria cuyo responsable simplemente “no está”, una cita hospitalaria imposible… y tantos otros que conoce el lector.

Una sociedad que funcione y cree riqueza requiere comunicación fluida, los defectos en comunicación no son algo menor.

En algunos sistemas judiciales la incomunicación es una especie de castigo.

Y, claro, una comunicación fluida, pero de información veraz. En el dialogo presencial siempre nos queda el recurso de mirar a los ojos al otro para comprobar si nos miente.

La distancia es la gran oportunidad de los mentirosos.

Puede ser que ahora llegue la oportunidad de la verdad, que la exigencia de verdad forme parte de nuestras prioridades. Otras sociedades consideran el mentir una de las acciones más graves.

Por aquí tenemos a la verdad en el fondo de un montón, por encima están la mentira, con sus variantes la mentira piadosa y la mentirijilla, la estrategia, la táctica, el despiste, la razón de estado, la fidelidad al grupo o al partido, el recurso a “evitar males mayores”, el desprecio del derecho del “otro” a la verdad, el titular periodístico, el índice de audiencia en “prime time”, la carrera individual del periodista, el escritor que busca destacar, la historia reescrita, el deber de secreto del tesorero, el nepotismo que afirma “la familia es lo primero”…

Queda mucho por hacer.
 

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