Susana Mene. Concejala PSOE Ayto. Alcañiz |
Cuenta la mitología griega que había un posadero llamado Procusto, que vivía en una colina y ofrecía cobijo al viajero solitario. Le invitaba a tumbarse en una cama de hierro, y mientras dormía lo ataba a las cuatro esquinas. Tenía una cama muy corta y otra muy larga. A las personas altas, las acostaba en la cama corta y para adaptarlos al tamaño de la cama, les cortaba las partes del cuerpo que sobresalían. A los bajos, les ofrecía dormir en la cama larga y los descoyuntaba estirándolos. Obviamente para Procusto ninguno encajaba.
Posiblemente muchas de las personas que me estáis leyendo habéis tenido un jefe o algún compañero Procusto. Suelen ser tipos carentes de destrezas que por miedo a ser superados, atacan haciendo daño sin remordimiento alguno, ya que su ego debe estar por encima de cualquier otra persona que destaque más que ellos. Estos jefes o compañeros tratan de deshacerse o de menospreciar a los que son más brillantes que ellos.
Hoy en día Procusto se ha convertido en un sinónimo de exigencia de uniformidad y de intolerancia a lo diferente, pero sobre todo a lo que es mejor.
En la mitología griega, el héroe Teseo invirtió el juego y retó a Procusto a comprobar si su propio cuerpo encajaba con el tamaño de la cama.
Sería fantástico que la gente diferente no tenga miedo de que les corten la cabeza o los pies si sobresalen, pero para ello precisamos que la gente tolerante sume más que la intolerante. Por suerte no necesitamos pedirle ayuda a Teseo para que nos rescate de los Procusto de turno, porque al fin y al cabo todas, todes y todos somos Teseo.■
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